11 de mayo 4º domingo de Pascua
Jn 10,1-10


Dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 

A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»

Por eso añadió Jesús:
«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago;

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

“Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, es ladrón y bandido;” Ovejas/pueblo. Ladrones/pastor. En el trasfondo de estas comparaciones tan sencillas se esconde una crítica durísima de la vieja nación israelita. Poco a poco los dirigentes se convirtieron en ladrones. Poco a poco el pueblo se ha convertido en manada sin dirigentes. Lejos aquellos tiempos en los que “Moisés tomó el documento del pacto y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: -Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos”. (Éxodo c. 24) Aquella alianza idílica de Israel con Iahvé ha fracasado. El resultado es un pueblo disperso, desorientado y sin dirigentes. Los dirigentes y jefes han convertido el Templo en una cueva de ladrones y al pueblo en un rebaño al que esquilma.

“Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas”. La historia de Israel como pueblo de Dios ha fracasado. La Ley se ha convertido en higuera frondosa, pero sin fruto. Pero un hombre, lleno del Espíritu con su modo de actuar y su vivir se ha convertido en norma y ley para sacar a los hombres del atasco. Este hombre es el camino y es vida. Los hombres y mujeres de cualquier raza, de cualquier país podrán entrar en el aprisco del Padre. Solo tienen que parecerse a él.

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.” ¿Será la Iglesia otro fracaso como el de Israel? ¿Fracasará el Nuevo Testamento como fracasó el reino de David? Israel convirtió el amor de su Dios en soberbia de pueblo elegido. Israel no entendió a su Dios cuando lo hizo el protector de sus batallas. Israel no entendió nunca ni al Templo ni a Jerusalén. Ni el Templo era la casa del Señor ni Jerusalén el centro de la Tierra. Su engreimiento fue siempre un muro que le alejaba de Iahvé. Su devoción puso a su Dios ante que los hombres. Y Resultó que al Dios verdadero lo único que le interesaba era que tuvieran vida el hombre y la mujer de cualquier nación y de cualquier religión.

Luis Alemán Mur