Frase evangélica: «Tu fe te ha curado»

1. La curación del ciego Bartimeo expresa el paso del alejamiento («al borde del camino»)  a la proximidad («se acercó a Jesús»); de la pasividad («estaba sentado») a la acción («lo  siguió por el camino»); de la marginación («muchos le regañaban») a la liberación («recobró  la vista»). Recorre el itinerario de un convertido que desea ser cristiano y formar parte de  una comunidad: ora con humildad, invoca a pesar de las dificultades, se deja interrogar,  abre los ojos a la luz y se compromete en el seguimiento. No creyó por haber sido curado,  sino que fue curado por haber creído. El milagro está en la fe. La fe de Bartimeo es sencilla  y firme, en contraposición a la de quienes creen ver y, sin embargo, son ciegos.

2. La apertura de los sentidos religiosos se localiza en el oído y en el habla. El ciego,  aunque no veía, pudo «oír». Después «gritó» repetidamente. Luego supo que Jesús le  «llamaba», escuchó su ruego y contestó: «¡Maestro, que pueda ver!». La palabra de Cristo,  cuando es escuchada, meditada y dialogada, contribuye a la conversión y a la fe.

3. La fe, según este evangelio, entraña un itinerario en tres tiempos: 1) acercarse a Jesús  desde donde uno está, aunque sea al «borde del camino» (los marginados) y «pidiendo  limosna» (los pobres); 2) conversar con el Señor, en un diálogo de oración, a partir de la  situación humana concreta: 3) seguir al Maestro por los caminos que conducen al reino.

Creer no es simplemente tener por verdadero a Dios; es reconocer el sentido de la vida y la  llamada de Jesús en el compromiso por el reino de justicia y la esperanza en las promesas  de Dios. La fe es proximidad y lejanía, firmeza y riesgo, pertenencia y separación, presencia  y ausencia. Creyente es quien pone en práctica lo oído y lo visto.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Tenemos los ojos y los oídos bien abiertos para percibir el paso del Señor?

¿Sabemos decirle al Señor lo que nos ocurre?