CUANDO NI SE BUSCA A DIOS

 


 

“Quería que buscasen a Dios, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; después de todo, no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos”. Hch 17: 27- 28.

 

Da la impresión de que gran parte de la sociedad rica y desarrollada no sólo no cree en Dios, es que ni lo necesita. Puede que esto ocurra en todas las épocas de la historia del hombre: El poderoso y el seguro se permite el lujo de prescindir de Dios. Dios es asunto de pobres, angustiados y sedientos.

 

Personalmente siento rechazo a los profesionales que, ante el abandono social de Dios, se presentan y lo analizan como especialistas en Dios. Y lo queramos o no, la Realidad Dios está más allá de la mera lógica, más allá de cualquier prueba de laboratorio sociológico o físico. Parece que Dios no es “objeto” de ninguna ciencia. Transciende toda ciencia. Y quien se presente como “especialista” en Dios, en principio, levanta sospecha.

 

Misioneros, obispos y curas cometerían un gravísimo error si se creen o actúan como chamanes de la Divinidad. Ya sus estudios fueron fatuos si a base de dogmas (verdades inamovibles) creyeron dominar la cartografía filosófica o técnica que conduce a Dios.

 

La cristiandad invirtió tiempo, dinero, ilusiones en la elaboración de una Teología dogmática y de una Moral, la suya, cuyo lenguaje y conclusiones aparece hoy como lejana del hombre y lejana de Dios. Al menos por presuntuosa. Pero sobre todo porque se fundamenta en la filosofía más que en los evangelios.

 

Hoy han cambiado los paradigmas. Hoy lo convincente para el pueblo parece ser la forma de vivir por encima de la forma de pensar; la ética se valora por encima de la dogmática. La vida cuotidiana es el lenguaje que convence. La vida del mensajero es la teología que ilumina. La vida del creyente es el mensaje que lleva vida.

 

El mundo ya no lee, ni espera encíclicas o pastorales. Incluso los cristianos que van a misa están saturados de sermones. Lo único que se aceptan es el estudio objetivo y técnico sobre el contenido de las Escrituras, no las consideraciones piadosas del predicador. Y cualquier exhortación debe estar respaldada por la vida

 

Estos tiempos nuevos hacen sufrir a toda la jerarquía católica, y siembran la duda e incluso el miedo en muchos creyentes. En Europa, se echa a Dios de las escuelas e incluso se elimina su nombre de cualquier texto constituyente. En la vida social, sólo se permiten las manifestaciones folklóricas de rentabilidad turística.

 

El número de ciudadanos que se declaran “agnósticos o ateos” se ha multiplicado, al tiempo que cae el porcentaje de católicos.

 

Señores Jefes de la Iglesia Católica: Quizá la sociedad espera un modo que haga presente a Dios más vital: nuestra forma de vivir; nuestra ética; nuestra creencia hecha vida. Y lo esperan del sucesor de Pedro y del último parlante o escribiente. Sin embargo, se sigue acudiendo a encíclicas y a campañas publicitarias o estrategias de marketing. El pueblo puede estar harto de predicaciones y anuncios de la fe. Solo le convence la ética de la fe. El pueblo espera el momento en el que los obispos, comenzando por el obispo de Roma, se conviertan a la fe de Jesús el de Nazaret.

 

Puede que así incluso el que no busca a Dios se tope con él.

Luis Alemán Mur