¡No por favor! Ni Dios Padre ni Jesús el galileo escogieron la muerte. La cruz fue un invento y una imposición del poder para castigar al sedicioso, al blasfemo y al criminal. En la cruz no había más que muerte, dolor y vergüenza. En la cruz no estaba la esperanza del hombre ni de la mujer.

Jesús no escogió la cruz. No quiso la cruz. No era su método para ayudar a los hombres.

Su método, su programa era cumplir con lo que él siempre creyó que era el pensamiento de su Padre: El sistema montado por los hombres les llevaba al desastre. Jesús quería difundir, proclamar el modo de vivir de Dios (el reinado de Dios). Y estaba dispuesto a todo. Y si era preciso dar su vida por obedecer a su idea de Dios, daría hasta su vida. No buscaba ninguna cruz, ni ningún martirio.

Pero si por ser fiel a su Padre le mataban, no se echaría atrás.

En esa entrega a su misión de anunciar al Padre, sí hay vida. Ahí si hay salvación.

Pero la Cruz sólo es muerte y desgracia. Muerte y desgracia fabricada por los hombres. Sin embargo, aún nos queda la terrible creencia de que morir en la Cruz fue un diseño de Dios. Si ocurrió así, es que Dios lo quiso así.

¡Pues no! ¡Ocurrió así porque los sacerdotes y teólogos del Templo le tuvieron miedo a Jesús y consiguieron del Poder político una muerte y muerte en Cruz!

Pregunta previa:

¿Y Dios qué? ¿No pudo evitar aquello? ¿No es prueba de que Dios quiso aquello?

Dios calló.

Como calla ante tantos mueren y sufren por esta pandemia del coronavirus. Como calla cuando cruje la Tierra. Como calla ante millones de niños que mueren de hambre, y ante millones de madres que los ven morir. Como calla cuando los fuertes invierten sus riquezas en armas para defender sus riquezas. Como calla cuando los jueces callan para defender sus sillones. Como calla cuando unos sacerdotes usan a sus alumnos y alumnas para satisfacer sus pasiones. Como calla cuando unos pocos que mandan pisotean a unos muchos que obedecen. Como calló y calla cuando unos jefes de su grupo siguen confundiendo su reino con el reino de David.

Cuidado con la Cruz

Ni la Cruz, ni la sangre, ni la muerte conducen a la vida. Dios no se alimenta de las lágrimas o la sangre de hombres. Cuentan que Santa Elena la madre de Constantino, encontró el madero en Jerusalén. Desde entonces se convirtió en el signo del cristiano y la locura del dolor físico. A partir de aquel hallazgo vino la exaltación del madero convertido en la Santa Cruz. Como en tantas otras cuestiones, los creyentes desenfocaron el signo y su teología.

No es el dolor, ni la sangre, ni la muerte el camino hacia la vida. El camino es pensar, actuar, elegir, amar como Jesús. Y estar dispuesto a defender ese modo de vivir, aunque me suponga la muerte.

Luis Alemán Mur