Las mujeres en la Iglesia católica: mínimo paso del Papa

La autorización a administrar la comunión y a leer en misa es un avance bienvenido pero insuficiente

 


EL PAÍS EDITORIAL 12 ENE 2021

 

La Iglesia católica es una de las organizaciones más atrasadas en términos de igualdad de género en el mundo al haber institucionalizado la preeminencia del hombre en un corpus de leyes y normas de funcionamiento que excluye a las mujeres de las tareas principales. Solo los hombres pueden ejercer el sacerdocio y acceder por tanto a los cargos eclesiásticos y solo ellos pueden impartir los sacramentos. Desde hace décadas, sin embargo, ante las cifras menguantes de ayudantes masculinos y de las ordenaciones subsiguientes, las mujeres han contribuido en la práctica al desempeño de las tareas de eucaristía o como monaguillas sin contar con el reconocimiento adecuado.

El papa Francisco puso ayer fin a esa falta de reconocimiento oficial y, mediante un motu proprio (documento pontificio), decretó que las mujeres puedan hacerlo de forma regulada. Se trata de poder acceder al altar para realizar el lectorado (leer en misa) y el acolitado (apoyo al sacerdote o al diácono en varias actividades y de forma extraordinaria distribuir la comunión). El Pontífice corrige así un documento promulgado por Pablo VI en 1972 que daba a los hombres en exclusiva esas dos potestades.

El paso dado por el Papa no supone ningún avance sustancial en la situación de la mujer en la Iglesia católica, que sigue relegada a tareas de ayuda, asistencia o monja, y no es otra cosa que el reconocimiento oficial de una labor que ya venía desempeñando de facto. En ese sentido es bienvenido, pero debe subrayarse su insuficiencia.

El Sínodo de la Amazonia celebrado en octubre 2019 votó a favor de estudiar y plantear el papel de las mujeres, la posible ordenación de diaconisas y también de hombres casados ante una realidad complicada en ese territorio por la falta de sacerdotes. Nada de ello salió adelante ante un sector ultraconservador que se movilizó en defensa de la tradición y, especialmente, del celibato. Más de un año después, el paso dado ayer por el Papa es, finalmente, el único resultado palpable de aquel interesante debate. Lejos aún del diaconato, que en un grado inferior de la jerarquía eclesiástica les permitiría impartir bautizo, bendecir matrimonios o trasladar hostias.

La Iglesia católica, la más importante de todas las cristianas, organización con más de 1.300 millones de seguidores en todo el mundo y que vive cierta expansión en Asia y África, haría bien, por sí misma y por la sociedad a la que pretende servir, en dar pasos para actualizarse, para adaptarse y para ser vehículo y motor de la igualdad tan necesaria en un mundo desequilibrado. Queda mucho camino por delante.

LECTORADO Y ACOLITADO PARA LAS MUJERES ¿UN PASO ADELANTE?

“Los cambios eclesiales van a un paso demasiado lento y están llenos de temores, justificaciones y cegueras”

 


 

 

Consuelo Vélez 11.01.2021 

El papa Francisco publicó el 10 de enero la “Carta Apostólica en forma de ‘Motu Proprio’ Spiritus Domini” con la que modifica el Canon 230 §1 del Código de Derecho Canónico acerca del acceso de las personas de sexo femenino al ministerio instituido del lectorado y del acolitado. Si el canon decía que estos ministerios eran para los laicos “varones”, el cambio que ha introducido el papa es quitar la palabra varones, abriendo así la posibilidad para todo el laicado. Pero estos cambios muestran el “paso lento” que lleva nuestra iglesia y la “multitud de justificaciones” que se dan para no dar un verdadero paso.

 En realidad, aunque sea necesario modificar los cánones para que la ley acompañe la práctica, la presencia de las mujeres en estos servicios ya es de larga data. Sin esa presencia, ¡cuántas celebraciones litúrgicas serían imposibles! Las mujeres son las que en su mayoría participan de la liturgia y las que ejercen casi todos los servicios. Por lo tanto, podría entenderse que más que un paso adelante debería ser el ponerse al día en la “deuda pendiente” que la iglesia tiene con las mujeres en esto (y en tantos otros aspectos). Casi debería dar vergüenza que en pleno siglo XXI, los cánones eclesiásticos tengan formulaciones que excluyen a las mujeres.

Además, en la carta que el papa dirige al Cardenal Ladaria -Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe- presentándole este “Motu Proprio”, se pueden visibilizar las “múltiples justificaciones” que la iglesia continuamente aduce para no dar pasos hacia adelante. Señalemos algunas. Se justifica que las “adaptaciones” no deben interpretarse como “superación de la doctrina anterior sino como una actuación del dinamismo que caracteriza la naturaleza misma de la Iglesia, siempre llamada con la ayuda del Espíritu de Verdad a responder a los desafíos de cada época, en obediencia a la Revelación“. Por supuesto, ese ha de ser el dinamismo de la iglesia y la igualdad de las mujeres en la iglesia es un desafío inaplazable en esta época, pero ¿por qué tanto temor a hacer cambios? ¿por qué tienen tanta seguridad de que lo que respecta con las mujeres y su participación eclesial en otros ministerios no pueden “modificarlo”? ¿no escuchan a este Espíritu de Verdad?

 

Mujeres lectoras en la Iglesia

La carta continúa diciendo que “La variación de las formas de ejercicio de los ministerios ordenados, no es la simple consecuencia en el plano sociológico de adaptarse a las sensibilidades o a las culturas de las épocas y de los lugares, sino que está determinada por la necesidad de permitir a cada Iglesia (…) a vivir la acción litúrgica, el servicio de los pobres y el anuncio del Evangelio”. Hay tanto temor al plano sociológico como si Jesús no se hubiera “encarnado” en lo concreto de un pueblo y unas costumbres, es decir, si no se hubiera hecho historia humana donde tenemos que descubrirle y entender la presencia de su espíritu. No acabamos de superar esa división de planos, donde la realidad parece alejada de lo divino y lo divino no sabemos de dónde saca sus reflexiones.

Creo que la institución eclesiástica no es ingenua y sabe que estos pasos tan lentos no pueden dejar de suscitar críticas. Por eso sale al paso diciendo que “este servicio al mundo (…) amplía los horizontes de la misión de la Iglesia, evitando que se encierre en lógicas estériles encaminadas sobre todo a reivindicar espacios de poder”Las lógicas de poder clerical son otra deuda pendiente que debería ser asumida para una verdadera reforma de la iglesia.

Finalmente, el papa señala en la carta que este cambio “da lugar a que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina“. ¿Qué será esto de la impronta femenina? ¿sin pedir reivindicaciones? ¿con sumisión? ¿de manera suave? ¿con generosidad ilimitada? Sinceramente creo que esa impronta femenina se refiere a lo que “culturalmente” se ha atribuido a las mujeres y esta es la razón de las preguntas que acabo de formular. Pero acaso ¿todas esas características no han de ser valores humanos para varones y mujeres, posibilitando así una sociedad de la bondad, el servicio, la generosidad, tan necesaria, pero sin caer en la falta de profetismo y audacia para denunciar lo que aún no está bien?

Definitivamente, los cambios eclesiales van a un paso demasiado lento y están llenos de temores, justificaciones y cegueras. Lamentablemente cuando la institución eclesiástica se atreva a dar los pasos necesarios, mucha gente habrá tomado otros caminos y no porque no quieran seguir a Jesús sino porque con su lentitud la gente habrá visto necesario tomar otros caminos.