Jesús de Nazaret convertido en fundador de una religión.

Bueno que las autoridades eclesiásticas organicen sus rebaños como crean más conveniente, pero no debieron nunca tocar a Jesús. Aquel Jesús con su látigo en las manos, en los atrios de todos los templos, y sus parábolas para explicar qué es un hermano, y quién es el Padre.

Los cristianos, una vez muerto y resucitado Jesús, tuvieron la necesidad y, por tanto, la obligación de organizarse de la manera más eficaz si no querían convertirse en un asamblearismo de utópicos e iluminados como, efectivamente, empezó a ocurrir en determinadas comunidades.

Pero hoy la cosa es más brutal, más grandiosa, y más clara. El mensaje de Jesús, la buena nueva de Jesús, se ha adaptado, se ha transformado hasta convertirse en una religión con sus templos, sus sacerdotes, sus sacrificios, sus diezmos y primicias, su multitud de reglas (más incluso que las del Antiguo Testamento). Sus negocios (más incluso que el mercado de animales). Sus funcionarios.

La Iglesia católica es una gran religión con más historia que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento juntos, con una monarquía mucho más poderosa que la del Rey David. Una Monarquía sagrada, absoluta, personal, y vitalicia. Con sus concordatos con los reinos de este mundo. Presume de sello inmortal por su RH divino. Un auténtico sueño de grandeza: “Todo esto te daré, si llegamos a un acuerdo”.

Monarquía absoluta. Sin duda. Todo el poder en uno. Dentro de la iglesia el papa lo puede todo, y él solo, lo puede todo.

Y ese principio salvó a la Iglesia, porque, en aquellos días, había tres papas cada uno con sus razones y sus seguidores. El más terco, aunque quizá el más legítimo, el aragonés Benedicto XIII, que nunca cedió. Murió en su Vaticano de Peñíscola. “En sus XIII”.

Sólo un concilio, por encima del papa o de los papas, podía ofrecer una solución. La Iglesia reunida (un concilio) encontró la solución. Porque la Iglesia está por encima del Papa.

Hoy no. Hoy la iglesia tiene que pensar lo que dice el papa. Como diría textualmente el Sr. Rouco: lo que dice el papa es vinculante, aunque hable de cosas “mundanas” como la necesidad de hacer o no una guerra. Nunca en toda la historia de la humanidad ha habido un poder más absoluto y monárquico que el del papa Wojtyla.

Reconozcamos con humildad la piadosa monstruosidad que se consumó en el Vaticano I de 1870. Los cambios sociales, políticos y de mente que sacudían a Europa, produjeron en Roma el miedo al desastre total. Y ese miedo engendró una jefatura con dominio absoluto y poder ilimitado

Con el poder de Dios. Y digo el poder de Dios, no sólo el poder de Jesús. Jesús, por ejemplo, dijo que lo suyo no era enjuiciar al mundo, sino salvarlo. Sólo su Padre podía tener una opinión sobre los hombres.

Luis Alemán Mur