“Sobre ellas refundaré mi Iglesia”

La promesa de la vida religiosa: refundación de la Iglesia


Estas mujeres serán como María Magdalena, y las otras de la tumba, pero ya no irán primero a Galilea para animar a Pedro y a los otros (cf. Mc 16,-18), sino que ellas mismas refundarán la iglesia,  no contra Pedro, sino con él y con todos los que quieran comenzar de nuevo.

No serán como Justiniano, no edificarán una iglesia‒imperio, ni como Carlomagno o Gregorio VII, con su feudalismo religioso, ni como Lutero o Loyola, con su Reforma o Contra‒Reforma militante… y en el fondo impositiva-

Ni serán como muchas “obispas” o “presbíteras” actuales, que son mayoría en Escandinavia o en otros lugares,  pero no sirven para para refundar la iglesia, sino para que sea más de lo  mismo.

Éstas han de ser mujeres para refundar no sólo la vida religiosa, sino la iglesia, rompiendo su empedrado actual. Así digo en el prólogo que he escrito para O’Murchu. El texto es algo largo, pero lo dejo así, como visión de conjunto. En otras postales expondré algunos de sus temas. Buen día a todos

O’MURCHU: REFUNDAR LA VIDA RELIGIOSA EN EL SIGLO XXI (=refundar la Iglesia), Editorial Sirena de los Vientos, Madrid 2020 (cf.  https://www.sirenadelosvientos.es/ ).

Diarmuid O’Murchu no viene como desconocido, sino que vuelve con más fuerza desde un pasado fuerte de experiencia y compromiso de espiritualidad integradora, como puse de relieve en el prólogo a su libro Fe adulta. Crecer en Sabiduría y Entendimiento (Sirena de los Vientos, Madrid 2018).

Hoy presento la traducción de su obra clave, ya definitiva, sobre la Refundación de la vida religiosa en el siglo XXI (Religious Life in the 21st Century: The Prospect of Refounding, Kindle Ed. 2016), y lo haré por inmersión, asumiendo y recreando desde mi perspectiva el espléndido programa de vida religiosa, de cristianismo y humanidad que está ofreciendo O’Murchu.

Un autor a quien quisieron callar 

 O’Murchu es un especialista en “vida religiosa”, entendida como arquetipo o modelo de experiencia y madurez, de comunión y creatividad, como destacó en su libro Reframing Religious Life. An Expanded vision for the Future (New York 1996; versión cast. Rehacer la vida religiosa, Claretianas, Madrid 2001). Fue un libro sorprendente y luminoso, que puso ante los ojos de docenas de miles de cristianos, y en especial de mujeres “religiosas”, el don y sentido de Dios, en perspectiva de contemplación madura y creadora, es decir, de actualización liberada, personal y solidaria, del misterio.

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Pues bien, la Conferencia Episcopal Española (CEE), sin entender quizá el fondo del tema que se hallaba en juego, y por miedo a perder su autoridad (especialmente sobre las “mujeres religiosas”, entendidas casi como mano de obra barata para su “ministerio”), publicó una dura nota (Boletín CEE, 8.7. 2002, 49-55), ratificada por Osservatore Romano (ed. castellana: 17.3. 2006), condenando la visión y proyecto de O’Murchu, en la línea más reactiva de otro documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Dominus Iesus, 2000), firmado por el Card. Ratzinger. Aquella condena (sin ser dogmática, ni poder imponerse por ley) surtió su efecto e impidió que el libro se siguiera editando en castellano, aunque proliferaron fotocopias y lecturas clandestinas. Ahora, 16 años después, O’Murchu reaparece en castellano, con nuevas obras, y en especial con ésta sobre la Vida Religiosa, en una editorial de conocimiento interior y experiencia contemplativa de fondo cristiano, pero no confesional (no ligada a la jerarquía de la Iglesia), que se abre con gozo y esperanza  a la religión universal de la Vida.

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Diarmuid O’Murchu, un teólogo, un hombre de iglesia

Para los menos versados en el tema, quiero recordar que Diarmuid O’Murchu (irlandés, nacido el año 1947) es un “religioso” y pensador católico irlandés, de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón (Congregación fundada en Francia, el año 1854, presente en Francia, España, Irlanda, USA. Fiipinas…). Eso significa que, en un plano, él forma parte del “clero” oficial de la Iglesia Católica). Es, al mismo tiempo, un psicólogo social, que ha dedicado tiempo y vida a la animación (counselling) y empoderamiento de personas y grupos marginados, tanto en Europa como en África y América, especialmente a partir del año 2001. Eso significa que escribe desde el “corazón” del cristianismo, sin que las condenas anteriores le hayan hecho abandonar la Iglesia en su sentido más hondo, sino todo lo contrario: le han llevado al centro de la vida cristiana, que es una experiencia compartida de “empoderamiento espiritual”, en comunidades de amor mutuo y de proyecto de vida compartida, que van más allá de las fronteras de la jerarquía oficial de la Iglesia.

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O’Murchu ha dicho así a los religiosos (y en especial a cientos de miles de religiosas cristianos) que ellas/ellos son responsables de su propia identidad cristiana, humana, espiritual y/o social, pues se hallan inmersos en un movimiento de vida del que son beneficiarios, responsables y agentes. De esa forma, él quería “devolver” a los religiosos su identidad y carisma, su tarea responsabilidad como Iglesia de Jesús, en el despliegue de la vida de Dios. Miles de religiosos y religiosas de lengua castellana se sintieron identificados con los planteamientos del libro de O’Murchu (Rehacer la vida religiosa, 2001), publicado en el portavoz “oficioso” de los religiosos españoles (Ediciones Claretianas).

 Una jerarquía que “condena”. Reservas y miedos de la Iglesia oficial

 De un modo “consecuente”, la jerarquía católica de España se sintió amenazada por esa propuesta y respondió   prohibiendo la reedición del libro (Rehacer la vida religiosa)   y condenando sus tesis fundamentales, en un documento elaborado por la Comisión para   la Doctrina de la Fe,   Nota doctrinal sobre el libro “Rehacer la vida religiosa. Una mirada al futuro” del Rdo. P. Diarmuid O’Murchu,   Boletín oficial de la CEE 74 (30.06.2005, 49-55), documento que fue ratificado, al menos oficiosamente,  por el Vaticano  (Oss. romano, ed. esp., 17.03 2006, 9-10). Aquella condena fue injusta, pero resultó en el fondo muy beneficiosa, pues ofrecía (en forma invertida) un buen resumen del pensamiento y propuesta de O’Murchu, desde una perspectiva confesional y jerárquica. Los obispos que entonces dirigían la CEE formaban parte del núcleo duro de una jerarquía eclesial hispana miedosa y reactiva, contraria a la actualización del Concilio Vaticano II y a la apertura de la vida cristiana a la raíz del evangelio. Ellos querían que la vida religiosa, en especial la femenina, siguiera siendo un tipo de “clase de tropa” a su servicio, en obediencia entendida como sumisión, en castidad como renuncia y en pobreza como “fuga” del mundo, dejando así el dinero en manos de los intereses de un sistema de poder.

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Ciertamente le han condenado en España (y de un modo oficioso en el mismo Vaticano), pero él no ha respondido a esa condena con otra de tipo inverso y equivalente,  conforme a los principios del “talión” (ojo por ojo, rechazo por rechazo), sino que ha querido seguir avanzando en la línea de sus intuiciones, experiencias y propuestas anteriores, que aparecen ratificadas de un modo admirable en este nuevo libro que ahora presento, sobre la “vida religiosa” entendida como expresión  muy honda de identidad cristiana.

            Por eso él no utiliza un pensamiento discursivo de tipo lineal, en clave dogmática, propia de una filosofía griega (especialmente aristotélica), que parte de unos principios, desarrolla unas argumentaciones y desemboca en unas presuntas verdades que deben mantenerse, bajo pena de condena. En contra de eso, desde una visión amplia de la Iglesia, en comunión con otras experiencia espirituales de la humanidad, D. O’Murchu ratifica y desarrolla en este libro su visión más honda de la vida religiosa que puede condensarse en forma de don y tarea de liberación personal y comunitaria que se expresa en seis momentos de su pensamiento:

1. Lo que importa es liberar a Dios para la vida que es amor...

2. Hay que que liberar a Cristo para la verdad de su proyecto...

            Pues bien, en contra de eso, con la gran tradición espiritual (representada, por ejemplo, en España, por San Juan de la Cruz) la vida religiosa debe “liberar” a Jesús de ese tipo de falsa divinidad, para que podamos llamarle “Dios” según el evangelio, manteniendo, si hace falta, las declaraciones de los Concilios, pero interpretadas y vividas desde la misma experiencia radical del evangelio, volviendo al lenguaje narrativo, parabólico (no al ontológico), al  lenguaje de la vida, que es el amor que encuentra y comparte caminos de comunión, en gesto de vida gozosa, regalada y compartida de un modo gratuito hasta (por encima) de la misma muerte, una muerte manejada como arma de dominio por los poderosos de la tierra, cuyo Dios es el “vientre”, es decir, el poder que se mantiene dominando a los demás.

3. Se trata de liberar al Espíritu Santo para la creatividad. …

4. Liberar a la Iglesia para el evangelio de Dios. Del plano anterior, de tipo más “trinitario” (liberar al Padre, al Hijo Jesús y al Espíritu Santo)...

            No se trata de volver sin más a los tres primeros siglos, que culminaron y de algún modo se cerraron con la llamada “paz constantiniana” (principios del IV d.C.), que vinculó a la Iglesia con el poder greco‒romano, de tipo jerárquico, en línea de pensamiento ontológico y de dominación social (derecho romano). No se trata de reproducir de un modo purista lo que fue al principio, pues en la historia de Dios no podemos volver nunca a lo ya sido, sino de aprender de ese pasado, retomando desde las nuevas circunstancias de vida y muerte de este mundo (principios del siglo XXI) a los principios del evangelio de Jesús, para recordar y recrear desde ellos el camino del Espíritu Santo, retomando así el “arquetipo” de la vida religiosa (que aparece también en otras grandes religiones), en una línea cristiana, religiosa, humana.

5. Se trata de liberar la teología, es decir, la palabra, para la narración y el diálogo (enriquecimiento mutuo) entre los hombres

            Frente a esa “teología” que se establece y cumple por obligación, está la teología (logos o conversación) de la vida de Dios, que despierta en nosotros su Palabra (él es la Palabra), no en forma de imposición  y dogma, sino de conversación, es decir, de narración y testimonio, de llamada y respuesta, en colaboración de amor (castidad), en despliegue compartido de vida (obediencia) y en la comunión de bienes (pobreza). Ésta es la teología de la palabra de la vida que se ofrece (se narra), se dice y se comparte, como hacen los evangelios de Jesús, sin convertirse nunca en dogma impuesto desde arriba y “administrado” por un tipo de funcionarios sacrales al servicio del sistema.

6. Se trata, en fin, de liberar a la vida religiosa para la relación de amor (castidad), el diálogo creador (obediencia) y la comunicación de bienes (pobreza)…

            En ese fondo son muy significativas las páginas dedicadas a las propuestas de vida religiosa “femenina”, dentro y (en gran medida) en contra de una tradición patriarcalista, de hombres dogmáticos (jerárquicos) que han querido imponer su visión y su poder sobre las mujeres, teniéndolas así sometidas, como “mano de obra barata” para un tipo de oración separada y de servicio al prójimo expresado casi en forma de servidumbre. Pues bien, esa etapa de sometimiento de las mujeres ha terminado ya (aunque pueda seguir subsistiendo algunos decenios).

             Éstos son, a mi juicio, los temas centrales del pensamiento y propuesta de espiritualidad creadora y de refundación de la vida religiosa (yde la misma iglesia) que ha ofrecido O’Murchu en este libro, escrito y presentado con inmenso respeto, sin críticas vanas, desde el interior de la vida religiosa cristiana, en la que él se mantiene. No condena a la iglesia en cuanto tal, sino un tipo de iglesia, que ha cumplido ya su función, y que está muriendo, a principios del siglo XXI. No rechaza la vida religiosa, sino que quiere superar una expresión particular de esa vida, que se está muriendo ya, con gran dolor por su parte, pero también con alegría  agradecida, pues ella (la vida religiosa) puede y debe entrar así en el paradigma central del cristianismo, que es vivir para dar vida y que es morir para resucitar (es decir, para la pascua).

Desde un punto de vida teológico (cristiano) y sociológico (de análisis de la realidad) O’Murchu comienza y termina este libro con un pronóstico que puede parecer sombrío, pero que resulta, en el fondo, esperanzado: Tal como actualmente existe, la vida religiosa cristiana (y con ella un tipo de iglesia actual), en sentido sociológico, está muriendo. Le quedan, a lo más, dos o tres generaciones. En un sentido, es muy triste que ella muera, pero en otro sentido resulta liberador y gozoso, pues sólo muriendo podrá renacer de un modo distinto, más evangélico, más universal, conforme al sentido de la pascua.

            No podemos esperar cambios inmediatos, milagros espectaculares, ni acelerar los ritmos, ni predecir de antemano la llegada de las nuevas formas de vida religiosa, que surgirán (Dios mediante) en los últimos decenios del siglo XXI. Hasta entonces nos queda aprender a morir con dignidad, introduciendo en la tierra pascual nuestra semilla, con Cristo, para que la siembra de humanidad y de vida cristiana pueda dar fruto. De esa manera nos sitúa O’Murchu, en clave sociológica y, sobre todo, cristiana ante el paradigma fundamental del evangelio, que es la muerte y resurrección de Jesús (y de todos los procesos humanos).

[…]

El Jesús verdadero de la vida religiosa

             Debo empezar recordando que Jesús es “hijo de Dios” siendo (y por ser)”hijo de los hombres”. Cierta teología ha contrapuesto con cierta frecuencia esos momentos, pero en sentido radical ellos son inseparables: Jesús es “hijo de Dios” siendo hijo de la historia humana, producto y resultado de proceso cósmico, biológico e histórico (cultural) que nos llega del origen y sentido de los tiempos que es Dios. Precisamente por ser anthropos (ser humano), por ser Bar o Ben Adán, hijo de hombre (es decir, de mujer), él es “hijo de Dios” y puede ser un hombre universal, en relación con la humanidad entera.  Este es el principio de todas las relaciones de Jesús, que aparece así como “hijo de lo humano”, aquel que surgiendo de la humanidad surge de tal forma de Dios Padre‒Madre que puede afirmar (como todos los creyentes) “yo y el Padre/Madre somos Uno”   (Jn 10, 30).

1. Jesús es “Dios” porque realiza y despliega su vida en amor solidario, hacia los hombres y mujeres concretos de su entorno

2. Jesús es Dios (siendo hombre verdadero) porque ha sido capaz de reglar la vida y compartirla con los otros (hasta en la cruz)...

En ese sentido, como sabe el evangelio de Juan, la “resurrección” de Jesús se identifica con su misma vida de amor en gratuidad, en libertad, hacia los otros. Sólo en esa línea se puede entender su “celibato”, que no es falta de amor, sino amor generoso y abierto, siempre concreto, hacia los hombres y mujeres de su entorno. Según eso, antes de ser casados o solteros (que son opciones importantes, pero que vienen siempre en un segundo momento) todos los seguidores y amigos de Jesús han de sentirse célibes en ese sentido más profundo de la vida, hombres y mujeres que descubren y expresan en el amor mutuo, unos de otros y con otros.

3. Jesús resucita en Dios, resucitando en la fraternidad (comunión de amor) de la iglesia...

4. Desde aquí se puede entender la figura de un Cristo “monje” que dirige y anima el mundo, sin tomar nunca el poder, sino haciéndose principio de superación de todo poder impositivo y esclavizador…

5. Esposo del alma, un erotismo creador...

6. Cristo compasivo, hombre para los demás...

  Estos son, a mi entender, seis principios importantes de amor cristiano que definirá la refundación del nuevo monacato (de la nueva vida religiosa), que puede ser celibataria en el sentido de renuncia al matrimonio, pero que puede expresarse también en formas distintas de comunión interhumana,  en la línea de D. O. Murchu presenta como relación creadora de amor (castidad),  para la experiencia compartida (dialogada) del despliegue de la vida, en obediencia mutua (que es libertad comunitaria) y en comunión de bienes (pobreza), como he venido poniendo de relieve en las páginas anteriores de esta introducción. Y con esto sí que puede terminar mi introducción, para que el lector amigo pueda pasar ya al contenido y propuestas concretas del libro de D.O’Murchu, a quien felicito por esta nueva obra