Según la dogmática católica, el Papa, por sí solo, no puede imponer ninguna verdad. El Papa puede exponer y definir una verdad que la Comunidad de creyentes (Obispos, presbíteros, fieles, teólogos…) considera verdadera. Pero, él sólo, no es ninguna fuente de revelación.

Además, en ningún sitio está escrito, ni revelado – por Dios –que el Papa no pueda ser tonto, pecador, soberbio, vividor, terco o estar equivocado.

Confiar “en” el Papa es confiar en un hombre. Yo sólo confío en Dios. Aclamar al Papa es aclamar a un hombre. Yo sólo aclamo a Dios. Arrodillarse ante el Papa o es servilismo o es idolatría.

El Papa tiene unos valores, una moral, una ética. Pero sería sacralizar al Papa decir que esos valores, esa moral y esa ética son los de Dios. Eso sería una enorme y sacrílega arrogancia. Del Papa y de los católicos.

Para muchos Juan Pablo II fue un regalo de Dios. Y, además, uno de los hombres más importantes del siglo XX.

Sobre la importancia de este hombre en el siglo XX, hablará la historia. Yo no tengo ni perspectiva ni ciencia. Pero nadie me puede negar mi derecho a opinar sobre su aportación a la Comunidad de creyentes en Jesús. Y mi opinión no puede ser más negativa. Habrá sido beneficioso para la cristiandad de catedrales y masas. Pero fue ya una catástrofe para el movimiento de renovación de fe en el Jesús del evangelio que invadió el mundo allá por los años sesenta.

Este hombre masacró todo atisbo de profecía en la Iglesia. Si durante todo el siglo XX han ido cayendo en manos de los cancerberos del Vaticano todos los teólogos y movimientos comprometidos con el evangelio, la sociedad, y el hombre, Woytila creó una atmósfera irrespirable. Defendió los derechos humanos en todos los foros, mientras dentro de la Iglesia sólo podían vivir cómodamente los que entonaban el totus tuus y repetían, como clónicos, las consignas emanadas del “aparato del partido de la Jerarquía”. En su iglesia, la que él fue organizando, actuaban más de un Milosevic dedicados a la limpieza teológica. Y, todo, como es lógico, ¡en nombre de Dios!


Casos concretos:

El primero, y para mí el más cruel, por la saña en la microcirugía empleada, fue el caso del P. Arrupe, superior general de los jesuitas. Woityla lo destrozó, humilló y reventó. Y será difícil encontrar un hombre como Arrupe por su piedad, su clarividencia en la fe, su humildad y su compromiso con Jesús. Los suyos, los Jesuitas, no han llorado, todavía, lo suficiente, el martirio silencioso, maligno, al que le sometió el Vaticano y, en concreto y personalmente, el Papa polaco.

Woityla se aprovechó de la reconocida e histórica obediencia de toda una orden religiosa para aplastar una hermosa corriente del Espíritu. Una vez más quedó en evidencia su falta de visión cristiana de la historia. Unido a la enfermiza tendencia al vedetismo de patriarca de la fe y que, finalmente, lo llevó a la “papolatría”

Y destaco el caso Arrupe porque quizás sea el menos conocido y el más olvidado. Los jesuitas no están libres de culpa en ese olvido. Pero la lista de cadáveres es impresionante. Los entendidos en la materia pueden llenar libros. Para los no iniciados en estos asuntos, los nombres no les dicen nada.

He aquí algunos: Hans Küng.- Bernard Häring (quizás, el moralista más importante de este siglo).-Charles Curran.-Díez Alegría.- José María Castillo.- José A. Estrada.-Leonardo Boff (al que llamó “judas” públicamente en Madrid el primer ministro de Woytila, constituido en el gran defensor de Pinochet).- Gustavo Gutiérrez.-Giulio Girardi, Ernesto Cardenal, Eugen Drewermann…

Y mientras en Roma se pisoteaba a estos auténticos mártires de su fe, el devoto Woityla elevaba a los altares a la gran lumbrera del siglo, al primer comprometido con los pobres de todo el mundo: el Monseñor Marqués de no sé qué, Escrivá de Balaguer. (Entre paréntesis: sería curioso saber cuánto dinero ha reportado a las arcas del Estado del Vaticano esta canonización…)

Un año sí y otro también multiplicó los beatos y santos de la guerra española, mostrando, nuevamente, su “gran visión de la Cristiandad”.

Lo curioso es que todo esto se comenta en medios, incluso creyentes, pero no se escribe casi nunca, por pudor, caridad, educación, o por miedo. A mí ya me trae sin cuidado. Mi fe está segura en el Señor. Por otra parte, no dependo de la Jerarquía para comer.

Acabo este comentario porque noto que la náusea se convierte en tinta.

Luis Alemán Mur