Frase evangélica: «Yo soy la resurrección y la vida»

1. La resurrección de Lázaro es una catequesis sobre la fe en la resurrección. Muestra que Jesús es más fuerte que la muerte, y que su vida termina dando vida. Él mismo resucitará, porque es «la resurrección y la vida». El personaje central del relato es, evidentemente, Jesús, base de la vida cristiana. San Juan relaciona siempre la fe con la vida. La fe en Cristo es una participación en la vida, que se hace plena en el bautismo. Dicho de otro modo, la fe y el bautismo nos hacen participar en la vida del Resucitado. Los otros personajes del relato son: Lázaro, que representa a los cristianos; los discípulos, llenos de miedo y de lógica humana; Marta (más que María, que es secundaria), afligida y llena de esperanza; finalmente, los judíos, que deciden en el Sanedrín, con ocasión de la resurrección de Lázaro, condenar a muerte a Jesús.

2. El contraste de Jesús con los judíos se manifiesta en que el Señor lleva a los muertos a la morada de la vida mediante un grito de resurrección («¡Lázaro, ven fuera!»), al paso que los otros traen a Dios al valle de la muerte gritando que muera Jesús («¡Crucifícalo!»). El primer diálogo de Jesús con los discípulos se desarrolla en un clima de miedo a la muerte. Marta representa a la comunidad en trance de crecer en la fe, y María a la comunidad en estado de dolor. Esencial es en el relato la afirmación de Jesús a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida». Jesús produce la vida en otro y en sí mismo; Jesús es la resurrección, del mismo modo que es el pan de vida, el agua viva, la luz del mundo, el camino, la verdad y la vida. La fe es respuesta a la llamada de Dios; María responde, pero no los judíos. Jesús vence a la muerte y confiere la vida. A sus discípulos los libera del miedo a la muerte («el que cree no morirá») y les invita a fiarse de su palabra («quitad la losa», «desatadlo») y a tener confianza en Dios («Gracias, Padre»).

3. El creyente, en virtud de la fe y de su celebración sacramental, entra en contacto con la persona de Jesús, que es la vida. El creyente comulga con la fuente de la vida. Esto obliga al cristiano a cambiar de vida. Precisamente san Juan llama a la conversión «paso de la muerte a la vida». Esta vida poseída por la fe debe ser mantenida y cultivada. El cuerpo de Cristo resucitado es verdadero alimento, y su sangre es verdadera bebida. La unión vital con Cristo-Vida debe traducirse en la unión con los hermanos y con todos los hombres a través del vehículo fundamental del amor.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Creemos de verdad en la resurrección?