Domingo 5º del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Mateo 5,13-16:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos»

Palabra del Señor

Dijo Jesús a sus discípulos:

Sois la sal de la tierra

Sois la luz del mundo.

Una suma de dichos para definir a los miembros de la iglesia de Jesús. Un pueblo nuevo que no es otro que el reino de Dios que anuncia Jesús. Los que creemos y seguimos a Jesús, no estamos llamados a ofrecer a Dios unos cultos más o menos distintos a los paganos. Lo nuestro es ofrecer al Padre de todos, una sociedad distinta a la que hemos creado.

Los que creemos en Jesús, hemos de parecernos a Jesús: amar, perdonar, buscar la justicia, aprender a sufrir e incluso aprender a morir como Jesús.

El reino de Dios que buscó Jesús no estaba después de la muerte ni por encima de los cielos. Era el reino creado por los hombres en el que mandan los ricos y poderosos. En él tenemos que ser la sal de la tierra y la luz.

Brille aquí nuestra luz para que vean nuestras buenas obras y den todos, gloria a nuestro Padre que está en los cielos.

Si nuestra luz se apaga y nuestra sal se vuelve insípida, el mundo caminará hacia el desastre

Luis Alemán Mur