El que ama se entrega. Se comunica. Toda la creación es consecuencia del amor. La creación es algo así como una burbuja que brota de Dios Amor hacia fuera. Y esa creación que es vida, como tal se desarrolla hacia mayor plenitud. La plenitud de la creación es el hombre. Hoy por hoy, no conocemos mayor maravilla creada que el Hombre.

Y es así, porque en el “hombre” se encuentra la libertad. La libertad es como la piedra preciosa que lleva el hombre y lo hace hombre. Y al ejercitar esa libertad decide él mismo, de forma continuada, no volver a un estadio anterior: la selva de la simple animalidad. El hombre escoge, “día a día, ser una especie digna”, según frase bella del filósofo José Antonio Marina. Esa posibilidad: la de volverse hacia atrás, la lleva siempre el animal-hombre consigo mismo. En esa posibilidad de elección diaria reside lo bello y lo trágico.

En el camino hacia adelante, en el ejercicio de su raciocinio y su libertad, se le abrirá también la posibilidad de aceptar a sus iguales como hermanos. Si acepta lo fraterno, comienza el “hombre humano”. Nace la humanidad. Es pues el hombre quien “crea” la humanidad.

El homo humanus es una realidad superior y el final de la escala conocida. El homo erectus, el homo habilis, el homo sapiens son peldaños hacia la plenitud de lo humano.

Aceptar a los demás hombres como iguales, no como objetos de dominio; con los mismos derechos que los que exigimos para nosotros, con la misma dignidad y las mismas necesidades que las nuestras; como miembros de una familia entre los que se entrecruzan lazos de fraternidad. Eso pertenece no al homo habilis ni erectus, ni sapiens, sino al homo humanus. A eso llamamos la “humanidad”.

Lo humano nace y se aprende y crece en el seno, –nido–, de una familia natural en la que conviven la figura del padre, la madre, el abuelo, los hermanos. Se extiende a la tribu (barrio, municipio). En ese nido se transmite una forma de humanidad cada vez más depurada de mirar a los demás, sean de cualquier raza, de cualquier país, de cualquier color. Esa relación humana va genéticamente unida a la realidad de una familia natural. La familia es el germen de la humanidad.

¡Qué ligereza, qué ignorancia la de aquellos, filósofos o políticos o sectas que marginan, minusvaloran o manipulan la célula familiar en la que todo comienza!

Y ese hombre, desarrollado como humano, es el prototipo realizado, el proyecto conseguido. En ese momento, según la visión de fe cristiana, Dios tiene ya la puerta para entrar y hacer su morada en ese hombre fraterno. A este acontecimiento en su máxima realización, se llama encarnación. La divinidad de Dios y la humanidad del hombre: Jesús, un judío de Nazaret fue el punto de encuentro. Pablo lo describe de forma bella: Y Cristo es de Dios. El Señor.

“Jesús imagen de Dios: Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. Es decir, Jesús el de Nazaret es la última cima y definitiva etapa. Dios no está detrás de Jesús. Está en Jesús. Quien ve cómo es Él, ve cómo es Dios. Quien lo ve a Él, ve lo más que podemos ver de Dios Jesús no era un filósofo, ni un antropólogo, ni teólogo. Era la plenitud en el desarrollo del hombre: La humanidad conseguida e invadida por la divinidad. Jesús es un creyente, con un concepto de Dios, un concepto del Hombre, y una visión de la Creación como escenario de la humanidad.

 

Luis Alemán Mur.