La revelación y los revelados, fuente de soberbia

La más fina de las soberbias, la más aristocrática y la menos dialogante de las soberbias. Esa es la primera consecuencia de creerse poseedor de un secreto de la divinidad. Mientras el resto de la chusma mortal caminamos como entre la niebla, siempre con medias verdades, siempre a media luz, con nuestros puntos suspensivos acuestas, el iluminado vive junto a nosotros con su catecismo de puntos y aparte, y finales. A primera vista produce envidia. Aunque, a decir verdad, ya no lo envidio. Yo tuve, en otros tiempos, esa certeza del iluminado. Conozco la tragedia secreta de tener que corregir verdades arraigadas que, como cadenas, me impedían andar, camino del Padre.

Pido a Dios que no me revele nada. No me quiero salir de la manada. Quiero seguir sin saber qué piensa Él de mí. Prefiero no saber, por ahora, qué piensa del mundo. Me fío de Él. Ya nos veremos. Mientras tanto, a intentar seguir creciendo en sabiduría ante Él y ante mis hermanos.

La revelación, fuente de inmovilismo

Si el Corán lo ha dictado Alá, nadie puede tocar lo que ha dicho Alá. Nadie puede escribir a medias con Dios. Sólo los técnicos oficiales podrían entender y explicar lo revelado en un libro revelado. Según la autoridad, para entender un libro revelado tendrás que consultar a los técnicos del pasado (tradición) que son más seguros que los técnicos de hoy.

Cualquier fundamentalismo islámico, católico, protestante, judío tiene sus raíces en la revelación. Con lo cual llegamos al siguiente disparate: Dios pone en marcha un alucinante proyecto como es conseguir la plenitud del hombre, mediante un proceso de despliegue y crecimiento, protagonizado por el mismo hombre, ya que no es un muñeco sino un ser inteligente y libre. Y llegan los ulemas romanos o de la Meca y lo paralizan o ralentizan, enquistados como están, en su concepto erróneo o caciquil de portavoces de Dios.

La responsabilidad penal de los pontífices romanos, musulmanes (y sólo cito a esos dos gremios por la magnitud de su influencia) es de tal dimensión que horroriza comprobar el infantilismo con el que se ejerce.

¿Cómo es posible que digamos esto ahora? ¿Ha venido un Ángel a cambiarlo todo? ¿Hay por ahí un nuevo Mahoma que pretende reinterpretar la Biblia?

Luis Alemán Mur.