Frase evangélica: «Mientras los bendecía, se separó de ellos»

1. La Ascensión de Jesús ocupa un primer plano en Lucas: Jesús sube a Jerusalén (final del evangelio) y a la gloria (comienzo de los Hechos). Al situar la Ascensión en los comienzos de la Iglesia, se quiere manifestar una plenitud: el banquete de paz, las nupcias de amor y el reino de justicia. La Ascensión es misterio u objeto de fe, no hecho histórico comprobable. Evidentemente, sube quien antes ha bajado. Así se muestra que Jesús bajó a este mundo y que ha ascendido como Cristo glorioso. El final continuo es la glorificación o la gloria, que es experiencia de Dios y culminación de felicidad. Evidentemente, entre la bajada y la subida se desarrolla la acción de Jesús, que pretende implantar el reino. La Ascensión del Señor es expresión de su glorificación, complemento de la resurrección. Al encarnarse, Jesús descendió; justo es que al final de su vida ascienda. Pero también se relaciona la Ascensión con la parusía al final de los tiempos: es un preámbulo de su último retorno. Ha subido a prepararnos una morada. San Pablo subraya el aspecto cósmico de la Ascensión, ya que Jesús goza de un señorío universal.

2. La tentación de los discípulos es doble: el regreso estéril al pasado o la contemplación quimérica del cielo. Los discípulos quedan en la Ascensión como Iglesia que edifica el reino (con el Espíritu), sin evasiones de la realidad humana (con compromiso), esparcidos por el mundo (con testimonio) y con encuentros periódicos de reunión (en comunidad). A menudo hemos desnaturalizado el cielo, al considerarlo de modo espacial (de cosas y no de personas), totalmente inmóvil (sin dinamismo), predominantemente individual (sin comunidad) y acentuadamente espiritual (sin creación transformada). Jesús nos dio las mejores imágenes del cielo al compararlo con un banquete de bodas (abundancia y calidad) ofrecido a los pobres (con gratuidad) como reino o estado pleno de justicia (sin dolor, ni lágrimas, ni muerte).

3. De un modo popular, en las primeras páginas de la Biblia se afirma que la morada de Dios es el cielo, y la de los hombres la tierra. Por eso Dios «baja» del cielo y «sube» a dicho lugar. Todo lo que procede de Dios, como su Palabra y su Espíritu, recorre el mismo camino. Por el contrario, el ser humano es incapaz por sí mismo de subir al cielo, y los que se atreven a intentarlo cometen un acto de orgullo o de insensatez. Sólo los elegidos, como Enoc o Elías, son capaces de subir con el favor divino. La Carta a los Hebreos muestra que los cristianos subirán también un día, como Cristo, en un éxodo final.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué significado tiene para nuestra vida «descender» y «ascender»?

¿Qué mensaje evangélico se desprende de la Ascensión?