Las opiniones encontradas de los papas en una Iglesia dividida

 

En días pasados, el papa Francisco visitó de nuevo a su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, y le deseó un feliz cumpleaños “con especial cariño”, haciendo muestra de su ahora usual cordialidad papal.

Sin embargo, detrás de la visita amigable, los rumores de conspiraciones y de centros de poder rivales recorren el interior del Vaticano y van mucho más allá de sus confines. Tan solo la semana pasada, Benedicto, que cumplió 92 años el 16 de abril, emitió una carta de 6,000 palabras en la que explica su opinión sobre los orígenes de la crisis de abusos sexuales en la Iglesia católica, por lo que de manera eficaz socavó a Francisco respecto de un tema contencioso que ha afectado a su papado.

Para muchos expertos eclesiásticos, la carta fue el ejemplo más reciente y notorio de por qué tener dos papas -cuyas casas están separadas por unos cuantos cientos de metros pero cuyo estilo, sustancia y visiones de la Iglesia son abismalmente distintos- puede ser tan confuso para los fieles.

Para ser claros, Francisco es el papa y está a cargo. Es el que puede promulgar dogma y cuyos pronunciamientos papales cuando habla “ex cátedra” —con la autoridad del cargo— sobre cuestiones de fe y moral se consideran infalibles. Benedicto renunció a todo eso —incluyendo la infalibilidad— cuando dimitió.

“Está ocurriendo lo que muchos de nosotros esperábamos que no sucediera”, dijo Massimo Faggioli, profesor de Teología y Estudios Religiosos en la Universidad de Villanova, quien apoya a Francisco. “La idea de un papado doble es muy desestabilizadora”.

En efecto, en vez de crear remedios concretos para el flagelo del abuso sexual en la Iglesia, la carta una vez más ha plagado al Vaticano, una corte real que siempre se presta a las habladurías y las intrigas, con nuevos rumores sobre rivalidades.

En específico, ha aumentado la especulación acerca de que Benedicto ha sido utilizado como pretexto por los opositores ideológicos conservadores de Francisco, quienes consideran destructivo su enfoque más pastoral, inclusivo y menos dogmático respecto del pontificado.

También ha habido debates acerca de si los lugartenientes de Francisco bloquearon la carta de Benedicto para que no fuera enviada a los líderes eclesiásticos reunidos para la cumbre sin precedentes de febrero en torno al abuso sexual por parte del clero.

Cuando Benedicto se convirtió en 2013 en el primer pontífice desde Gregorio XII en 1415 en dimitir, su promesa de mantenerse “oculto del mundo” parecía garantizar que se quedaría en su convento remodelado del Vaticano y le dejaría libre el camino a su sucesor.

Pero no siempre ha sido así, por lo que ha cumplido lo que académicos y fieles temían que fuera una situación posiblemente espantosa para una Iglesia moderna de por sí escindida por las divisiones ideológicas, y en gran medida poco preparada para las tormentas de la comunicación en tiempo real en la era de las redes sociales.

Cuando renunció Benedicto, no quedó claro qué puesto ocuparía. Como el papa también es el obispo de Roma, algunos teólogos sugirieron y esperaban que se hiciera llamar “obispo emérito de Roma” para aclarar que había un solo papa.

Pero incluso ante el conclave que elegiría a Francisco, Benedicto anunció que adoptaría el título de “papa emérito”. Fue una decisión que desconcertó a sus detractores e incluso a algunos de sus simpatizantes.

El arzobispo Rino Fisichella, un respetado teólogo del Vaticano que asesoró a Benedicto y dirige el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, creado por Benedicto, dijo en 2017 que respetaba la decisión del expontífice pero que no usaría ese título.

“Teológicamente, plantea más problemas de los que resuelve”, comentó.

La carta de Benedicto es el ejemplo más reciente. Pensado como un conjunto de notas para la gran cumbre de febrero en torno al abuso sexual, Bendicto entregó lo que muchos teólogos consideraron un análisis vergonzoso de la crisis de la pedofilia dentro de la Iglesia, pues culpó a las libertades sexuales de la oscilante década de 1960.

En cambio, Francisco con frecuencia le ha atribuido la crisis al clericalismo, un abuso sistemático de poder y la búsqueda nociva de autoridad dentro de la jerarquía de la Iglesia.

Sin embargo, Benedicto había argumentado en su carta que “la libertad sexual total” provocó un “colapso mental” que vinculaba con “una propensión a la violencia”.

“Por eso ya no están permitidas las películas sexuales en los aviones”, continuó Benedicto. “Porque se desataría la violencia entre la pequeña comunidad de pasajeros”.

El arzobispo Georg Gänswein, el antiguo secretario personal de Benedicto, que también es el prefecto de la casa pontificia del papa Francisco, confirmó que el papa Benedicto escribió la misiva “absolutamente por cuenta propia”.

Benedicto aún tiene una gran influencia, especialmente porque fue el teólogo dominante de la Iglesia durante más de tres décadas, primero como el guardián de doctrina de Juan Pablo II y después como papa. Tiene la lealtad total de los tradicionalistas a los que defendió.

Para algunos de los que se formaron con sus enseñanzas y los que ascendió en las filas de la Iglesia, las palabras de Benedicto tienen más peso que las de Francisco, un jesuita cuya tendencia a hablar de improviso y hacer énfasis en la inclusión pastoral por encima de la doctrina eclesiástica los enfurece.

“A lo largo de su breve texto, Ratzinger tiene momentos de introspección y un genio que cae como lluvia en el desierto, sobre todo en la actualidad”, escribió el arzobispo Charles J. Chaput de Filadelfia, un conservador destacado que a menudo se opone a Francisco. Agregó que, ante tanta erosión moral, “la buena noticia es que algunos de nuestros líderes aún tienen el valor para decir la verdad”.

El cardenal Gerhard Müller, a quien Benedicto convirtió en el guardián de doctrina de la Iglesia, y al que Francisco más tarde despidió, también ha elogiado la carta por su sensatez.

“Han acogido el mensaje como si fuera la verdad, lo cual implica que las otras opiniones son mentiras”, dijo Faggioli. “Hay algunos católicos que creen que el papa Francisco es tan malo, que creen que es mejor coquetear con el cisma”.

La respuesta del Vaticano ha buscado hacer énfasis en la continuidad entre los dos papas. El director editorial del Departamento de Comunicaciones del Vaticano, un exreportero de alto nivel del Vaticano, Andrea Tornielli, argumentó que las respuestas de los dos papas al escándalo de abuso sexual básicamente eran “la misma propuesta”. Dijo que la carta había despertado un “animado debate”.

Para muchos católicos tradicionalistas y conservadores, que creen que Francisco ha sembrado confusión al alejarse de la ortodoxia, el misterio no era saber cómo se había presentado la carta en los medios conservadores de todo el mundo a la vez, sino por qué no se había enviado, como al parecer quería hacerlo Benedicto, como una contribución a la cumbre extraordinaria de Francisco con los líderes eclesiásticos para hablar del abuso en febrero.

“¿Por qué no se la dieron a los obispos en la cumbre?”, dijo Marco Tosatti, un periodista del Vaticano que este verano ayudó al exembajador del Vaticano en Estados Unidos, el arzobispo Carlo Maria Viganò, a redactar una carta que hacía un llamado a favor de la renuncia del papa Francisco. “Esa es la verdadera pregunta”.