El ‘National Catholic Reporter’ carga contra la carta de Ratzinger sobre los abusos. “Es un acto de sabotaje”

La “intromisión” del Emérito, “desafortunada” y un “precedente terrible

Advierte el prestigioso periódico estadounidense en un duro editorial:

-Si se asumiera el análisis de Ratzinger sobre la crisis, “se haría retroceder décadas a la Iglesia”.

“Benedicto ya tuvo sus oportunidades como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa para pedir cuentas a la cultura jerárquica”, pero nunca lo hizo.

Cameron Doody 23.04.2019

“Desafortunado”, un “precedente terrible” que fomenta la percepción de una rivalidad entre los dos Papas y un “acto de sabotaje”. Una “intromisión” y un diagnóstico que, si se pusiera en marcha, “haría retroceder décadas a la Iglesia”.

El National Catholic Reporter, el prestigioso periódico católico estadounidense, ha cargado contra la carta de Benedicto XVI sobre los abusos sexuales, denunciando en un editorial que, si para eso sirve un Papa Emérito, “un solo Papa ya es suficiente”.

El Reporter ni se molesta en analizar la teología y exégesis problemáticas presentes en el panfleto de Ratzinger, blanco de muchas críticas de teólogos y fieles desde que fue publicada hace un par de semanas. El periódico va directamente al análisis del Papa Emérito de las supuestas causas de la crisis de pederastia -la década de los 60, la revolución sexual, las fuerzas de la modernidad, las supuestas deficiencias en la formación de seminaristas- para observar que, si se achacara la crisis a solo estos factores, tal jugada “haría retroceder décadas a la Iglesia”.

En cuanto a los abusos, recuerda la publicación, “Lo sabía Pablo VI. Lo sabía Juan Pablo II. Lo sabía Benedicto XVI. Lo sabían las autoridades del Vaticano”. “Basta. Ya lo dijimos y merece la pena decirlo otra vez: Ya se acabó. Negarlo ya no funciona“, prosigue el editorial, dando a entender que Ratzinger no hace más en su diagnóstico que intentar defenderse a sí mismo e intentar “culpar del crimen y del encubrimiento a todo y todos menos aquellos que de verdad estaban involucrados”, algo que “ya no convence”.

Benedicto ya tuvo sus oportunidades como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa para pedir cuentas a la cultura jerárquica”, critica el Repórter. Aunque Ratzinger “tomó algunas medidas valientes” -entre las cuales la de llevar el caso contra el pedófilo y fundador de los Legionarios, Marcial Maciel- el Papa Emérito “no hizo rendir cuentas al liderazgo de la Iglesia”. Y es por eso que, a juicio del Repórter, su “intromisión” desde su papel de Papa ya supuestamente retirado “no es ni análisis sólido ni útil” al Papa Francisco “haciendo esfuerzos sin precedentes para reformar la cultura clerical”.

“Benedicto debe seguir su instinto inicial y guardar un silencio en la oración”, zanja el editorial del Repórter.

   Se trata, como he dicho, de un documento “triste”, que termina con unas palabras de agradecimiento que Benedicto XVI dirige al Papa Francisco “por todo lo que hace para mostrarnos siempre la luz de Dios que no ha desaparecido, incluso hoy. ¡Gracias Santo Padre!”.  Pues bien, a pesar de esas palabras “de disculpa no pedida”, pienso que este texto puede interpretarse como una carga de profundidad dirigida por su predecesor al papa actual.

Y eso me parece un juego “poco limpio” (no es un fair play), por lo que dice y lo que omite.

DIEZ OBSERVACIONES GENERALES

  1. Tras su dimisión, el expapa debería mantenerse en un claro silencio, escribiendo quizá sus memorias y preparando también sus documentos, pero no para publicarlos ahora, sino dentro, por ejemplo, de 20 años, como agua ya pasada. Este texto, tomado en sí mismo, no sólo me parece muy discutible, sino que va en contra (interfiere) con el trabajoso magisterio de Francisco.
  2. Ciertamente, en cuanto persona y cristiano, Joseph Ratzinger (que ya no es Benedicto XVI) tiene el derecho de pensar e incluso publicar todo lo que quiera. Pero no puede olvidar que no es yauna persona privada, y que su opinión se puede tomar como motivo para una lucha fuerte dentro de la Iglesia, cosa que están aprovechando muchos “adversarios” del Papa Francisco.
  3. La valoración que el expapa hace del Vaticano II es no sólo sesgada, sino, objetivamente falsa (a mi juicio), al echarle la culpa de la deriva actual de la Iglesia en el campo de los ministerios, de la crisis sexual de la iglesia y de la “pederastia” de cierto clero. La “culpa” no es del Concilio, sino de ciertas formas de conducta nuevas de la nueva sociedad. Y, además, junto a las posibles “culpas”, hay en el Vaticano II muchísimos más valores, ofrecer a los creyentes unas formas nuevas de entender la libertad en el amor y en la vida, en la experiencia de la Iglesia.
  4. La forma en que el expapa presenta y condena la “revolución estudiantil del año 1968” es no solamente injusta, sino que en ciertos momentos resulta incluso “infantil”. Todos sabemos lo que el expapa sufrió en aquella etapa, cuando era profesor en Tubinga. Conocemos los posibles “excesos” de aquella revolución. También otros estudiábamos en una universidad europea en aquellos momentos, y junto a los excesos descubrimos un aire de libertad, que pudo haberse aprovechado para abrir caminos nuevos de compromiso y tarea cristiana en el amor.
  5. En vez de asumir y recrear en línea cristiana los valores de aquel movimiento del 68, el expapa optó por retirarse y recluirse en una “universidad clerical”, casi de pueblo (Ratisbona), sin hacer el ejercicio necesario de elaboración de aquel movimiento. Tuvo miedo de las implicaciones de libertad del evangelio, y buscó un tipo de “ley natural” llamada ontológica para defender unas posturas morales y eclesiales que no derivan del evangelio, sino de una visión ya pasada del mundo, especialmente en el campo de la moral sexual (entendida en forma represiva, no de elevación personal del amor).
  6. El expapa sigue echando la culpa al ambiente de libertad que se dio en ciertos seminarios en aquellos momentos de la década de los setenta y ochenta del siglo pasado, donde se dio a su juicio un”canto a la homosexualidad” e incluso a la “pederastia”, que ha desembocado en la situación posterior del clero. Otros vivimos en aquellos mismos años en seminarios y facultades de teología y tenemos una visión distinta de los acontecimientos (sin negar que pudiera haber casos concretos como los que describe el expapa), pero sin universalizarlos.
  7. El expapa desciende a detalles personales que resultan poco afortunados en un texto como éste. Así habla incluso de que su teología fue casi prohibida en ciertas facultades y seminarios… Recuerdo perfectamente el hecho, se trata de su libro sobre Introducción al Cristianismo, del año 1968‒1969. Viví ese año en Roma, en Alemana y en Salamanca. En todas partes se habló del texto, inmediatamente traducido a varias lenguas, y se leyó con toda libertad. Pudo haber algún rector de seminario que mostrara reticencias ante el texto; pero eso fue (si lo hubo) algo puramente circunstancial. Aquellos fueron tiempos de tensión, pero también de creatividad, de riesgo, pero también de iluminación cristiana, y Ratzinger fue alguien de los que nos enseñó a pensar (que un hombre como Ratzinger que ha prohibido tantas lecturas en la iglesia… se lamente de que a él le prohibieron parece poco caballeroso).
  8. La forma en que el expapa presenta la “irrupción” de la pederastia en el clero resulta simplista, con ribetes de infantilismo. El tema es muchísimo más complejo y profundo. No nace de un simple “desorden” formal en los seminarios, sino de un tipo de estructural clerical cerrada  (y de un tipo de poder clerical y de poca maduración en el amor)  que el expapa quiere seguir defendiendo. Benedicto XVI sabe muchísimo, y ha hecho un gran bien a la Iglesia… Pero en este momento, y en este campo, se equivoca. La solución no está en imponer de nuevo un tipo de derecho y ley natural sobre la Iglesia y en especial sobre los seminaristas y clérigos, sino en abrir la vida de conjunto de la iglesia a la libertad personal y a la madurez en el amor, en línea de evangelio, aceptando este mundo como es, sin lamentarse de ver parejas desnudas o de homosexuales en las vallas de la calle).
  9. La forma en que el expapa evoca la  “Declaración de Colonia” (enero 1989) y muerte de Franz Böckle (1991) por obra del “Dios misericordioso” resulta simplemente penosa, no es digna de un J. Ratzinger a quien muchos hemos admirado y admiramos. Tampoco lo es la forma en que habla de actos “objetivamente desordenados”, ni la manera en que defiende su acción al frente de la Congregación para la Defensa de la Fe resulta elegante. Alguien que lea este texto sin prejuicios (como lo ha hecho un amigo no clérigo al que he pedido que lo haga) recibe la impresión de que el expapa está defendiendo su comportamiento y acusando a otros de culpables.
  10. La parte final del documento, sobre el sentido del amor cristiano, me parece muy valiosa, en la línea de Deus Caritas est…, pero no es suficiente. De sus mismas palabras se puede derivar y se deriva una ética y mística más alta del amor personal.