Tema de predicación: LA VISITA DEL SEÑOR

1. BENDICIÓN:BENDECIR

Por lo general, percibimos como «bendición» la bendición descendente que el sacerdote imparte al final de la misa; naturalmente, todos necesitamos el favor de Dios o su protección, y queremos que Dios nos bendiga. Pero somos menos sensibles a la bendición ascendente, la dirigida a Dios para alabarlo o glorificarlo. Sin embargo, esta bendición es más importante que la primera, ya que el centro cristiano está en Dios, o en los otros en cuanto necesitados, no en nosotros mismos. En definitiva, sabemos pedir mejor que agradecer, reconocer o alabar.

2. Bendecir (bene-dicere) significa hablar bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición, en última instancia, va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza y acción de gracias. De este modo celebramos la eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas, incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos, y especialmente «bendita» es María, madre del Señor y madre nuestra.

3. El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: «¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!». Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el Ave María. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué nos cuesta tanto dar las gracias y bendecir?

¿Dónde encontramos hoy la «visita» del Señor?

CASIANO FLORISTAN

Frase evangélica: La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre»

Tema de predicación: LA ACOGIDA DEL SEÑOR

1. La inhabitación de Dios en el ser humano comienza, después del pecado, con el pueblo elegido. Los signos de la presencia son la nube, el templo y la gloria. Dios indica a David que construya un memorial de su presencia, que será el Templo. Al principio fue un santuario portátil, denominado «tienda del testimonio», morada de Dios en medio del pueblo. Plantar la tienda significa establecer la «morada» de Dios.

2. Los judíos no fueron fieles al Templo, que cayó en la ruina. Los profetas claman contra un culto que no tiene entrañas de misericordia, que está de espaldas a la justicia. La ruina del Templo es el signo de una nueva inhabitación de Dios, que se traduce en la conversión, en un corazón nuevo. Ésa será la morada del Espíritu. Ezequiel anuncia el nuevo santuario, que será casa de oración.

3. Con el anuncio del ángel a María, acampa entre nosotros la Palabra de Dios y da lugar al nuevo Templo, el seno de la Virgen. El Verbo hecho carne ha plantado su tienda entre nosotros. En la Virgen se cumplen dos signos de la presencia de Dios entre los seres humanos: la tienda de la gloria y el Niño Rey con nombre divino. Pero no todos acogen la palabra del Señor. Una parte de la humanidad, o una parte de cada ser humano, se resiste a recibir la luz.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Habita la Palabra de Dios en nuestros corazones?

¿Dónde está de verdad Dios?

CASIANO FLORISTAN