Domingo 27º del Tiempo Ordinario – Ciclo B


Marcos 10,2-16:

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne.” De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor

«¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»

Este escrito bajo el nombre de Marcos es de los principios de los 70 d.C. Pasaron por tanto cuarenta años desde el Jesús histórico. Este evangelio de Marcos se escribió recogiendo sobre todo las colecciones de recuerdos procedentes de Galilea y el sur de Siria. Los grupos de cristianos alimentados por Mc se abrieron enseguida al mundo gentil: “Pero primero debe ser proclamado el evangelio a todas las naciones” (Mc 13, 10)

Todo esto viene a que comprendamos mejor cómo el evangelio de Jesús es incompatible con el rigorismo de pureza judío.

“Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él”

El cristianismo procedente de Galilea se diferencia en muchos matices al cristianismo procedente de Jerusalén. En Galilea, la muerte de Jesús era lógica: Los sumos sacerdotes de Jerusalén tenían costumbre y obligación de matar a todo profeta o mensajero de Iahvé que pretendiera cambiar las cosas. Y Jesús no quería dejar piedra sobre piedra. Jesús hablaba del “reino de Dios”. Ese Reino del que hablaba Jesús vendría cuando la sociedad cambiara su modo de pensar y de actuar.

Luis Alemán Mur