El Papa, ante la ‘Puerta de la Aurora’: “Hemos construido demasiadas fortalezas en nuestro pasado”

“Seamos una patria que elige construir puentes y no muros, que prefiere la misericordia y no el juicio”


22 de septiembre de 2018 (R.D.)

Hoy sentimos la necesidad de mirarnos a la cara y reconocernos como hermanos, de caminar juntos descubriendo y experimentando con alegría y paz el valor de la fraternidad

La “Puerta de la Aurora” es el único resto del muro que protegía la capital de Lituania y que fue destruido en 1799 por los invasores rusos. Entonces, como ahora, permanece la imagen de la Virgen de la Misericordia, cuyo santuario quiso Francisco honrar en su primer acto netamente religioso de este viaje. Y el primer baño de masas del Papa de la misericordia.

Una Virgen que, defendió el Papa, “siempre está dispuesta a socorrernos, a salir en nuestro auxilio”, y que muestra cómo “se puede proteger sin atacar, es posible cuidar sin la necesidad enfermiza de desconfiar de todos”.

Ante la Puerta de la Aurora, Francisco volvió a clamar por la unidad en la diversidad, por construir puentes, y no muros, porque “cuando construimos muros y barricadas, terminamos privándonos de la Buena Noticia de Jesús que conlleva la historia y la vida de los demás”.

“Hemos construido demasiadas fortalezas en nuestro pasado, pero hoy sentimos la necesidad de mirarnos a la cara y reconocernos como hermanos, de caminar juntos descubriendo y experimentando con alegría y paz el valor de la fraternidad”, resaltó el Pontífice, quien reivindicó este lugar como punto de encuentro entre distintas culturas.

Hay que ir más allá, pidió el Papa, y “establecer puntos de encuentro y solidaridad entre todos, para hacer circular los dones que gratuitamente hemos recibido, para salir de nosotros mismos y darnos a los demás, acogiendo a su vez la presencia y la diversidad de los otros como un regalo y una riqueza en nuestras vidas”.

En este punto, el Papa reivindicó la figura de la Madre de la Misericordia que, “como toda buena madre, busca reunir a la familia”, y “nos lleva hasta el umbral”, el mismo lugar donde aguardaban la venida de Francisco varios pequeños. “Hoy nos han esperado niños y familias con las llagas sangrando; no son las de Lázaro en la parábola, son las de Jesús; son reales, concretas y, desde su dolor y oscuridad, claman para que nosotros les acerquemos la sanadora luz de la caridad. Porque es la caridad la llave que nos abre la puerta del cielo”.Por ello, Francisco clamó por cambiar “nuestro modo de abordar a los demás”, mirando “sus limitaciones y defectos con misericordia y humildad, sin creernos superiores a nadie”.

Una llamada a la unidad de una comunidad “que sabe anunciar a Cristo Jesús, nuestra esperanza, a fin de construir una patria que sabe acoger a todos, que recibe de la Virgen Madre los dones del diálogo y la paciencia, de la cercanía y la acogida que ama, perdona y no condena”. “Una patria que elige construir puentes y no muros, que prefiere la misericordia y no el juicio“.