Domingo 6º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Marcos 1,40-45:

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» 
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor

«Si quieres, puedes limpiarme.»

Una oración que ha formado parte de nuestros ratos de oración. ¿Quién no se ha sentido sucio ante Dios. La espiritualidad cristiana ha creído y fomentado el concepto de pecado más que la dimensión de santificados por el amor de Dios. “El que se ha bañado ni tiene necesidad de lavarse. Vosotros estáis limpios”. (Jn 13,10)

Además, con obsesiva frecuencia se quiso asimilar con frecuencia la “lepra” de este evangelio como signo del sexo.

La lectura empobrecida de los evangelios ha causado mucho empobrecimiento de la fe cristiana. Una consecuencia clara de llevar nuestras ideas y pensamientos a los evangelios en vez de sacar nuestras ideas y pensamientos de los evangelios. En general de toda la Biblia.

“La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»

Quien tocaba a un leproso quedaba impuro y marginado como el leproso Y habló Jehová a Moisés, diciendo  Esta será la ley para el leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote, y éste saldrá fuera del campamento y lo examinará; y si ve que está sana la plaga de la lepra del leproso  el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e hisopo” Lev 13 y 14

Jesús se saltó todo ese ritual. Actuaba con la autoridad de mensajero del nuevo reino del Padre. Pero intentó que el leproso se integrara en el ambiente social del que había sido privado.

Cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

“No podía entrar abiertamente en ningún pueblo” porque se le consideraba impuro por haber tocado al leproso.

La situación narrada es una excelente fotografía de la sociedad en la que vivió Jesús.

Por eso él anunciaba un nuevo reinado, un nuevo sistema de sociedad. La religiosidad judía fue degenerado hasta producir nausea. Aunque siempre hubo un pequeño grupo que anhelaba la venida de un mesías no solo político sino mensajero de Dios.

Luis Alemán Mur