“Casilda suprimiría la Navidad”

“Tú no lo entiendes, Miguel, porque nunca quisiste a nadie”

“¿No seremos todos nosotros los que estamos retirando a los abuelos del calendario vital?”

Xaquin Campo Freire

Tal vez nos detenemos mucho en la atención a la salud física, que algunos denominan la salud veterinaria. Pero la persona es mucho más

El título lo tomé de ‘Arrugas’, un film que he visto uno de estos días. Y he vuelto al mundo de los mayores en el que siempre estuve muy implicado. Repasé mis años pasados: Asilo de Piñeiros, 10 años. Hogar de Ancianos-Centro de día de S. Paulo de Catabois. 10 años. Enfermero, 28 años. Por ellos me he diplomado en Enfermería Geriátrica y Gerontología social. Sí. Quiero volver al baúl de los recuerdos, para luego ir hacia delante.

Un día me fui a sentar al lado de Casilda, una anciana. Ya no tenía a nadie. Habían fallecido sus hijos, el esposo y por supuesto todos los anteriores. Aquella Nochebuena me fui a cenar con ella. Llegué sin avisar. Sabía que estaba muy sola. Tenía ‘prendida’ la radio como decía ella. Se escuchaba: …”y a mí llegan los dulces recuerdos del hogar bendito donde me crié. Y aquella viejita que tanto adoré. Mi madre del alma que no olvidaré”.

No esperó nada. Me lanzó: “Yo las Navidades las borraría del calendario”. Confieso que la expresión me produjo dolor. Y me puse a pensar. Y fui reflexionando en las distintas facetas del problema que, como ya he dicho, conozco de cerca.

Me contó al por menor y largamente sus soledades. La memoria reciente empezaba a fallarle y se repetía. Pero necesitaba hablar mucho y ser escuchada.

Sin embargo su trayectoria vital estaba tan clara en la inteligencia emocional como en los mismos instantes en los que acontecieron “los trabajos y los días”. Y me repitió que la Navidad para ella era triste. Muy triste.

Recordé la frase del film ‘Arrugas’: “Tú esto no lo entiendes, Miguel, porque nunca quisiste a nadie”. Y me sentí interpelado personalmente. Yo soy Miguel. Y pensé en los viejos; solos, en las casas. Y en los internados.

En la familia moderna no es nada fácil acoger en casa a un anciano tal como está la vida y la conciliación familiar. No voy a juzgar a nadie. No quiero hacerlo.

Los antropólogos hablan de cinco dimensiones de la persona humana: física, intelectiva, emotivo-afectiva, relacional y espiritual. Si no se atiende a cada una de ellas mínimamente la atención a la persona no estará completa y no será feliz.

Abraham Maslow nos aclaran más esto en la tan conocida pirámide de necesidades: Básicas o fisiológicas: Son las únicas inherentes a toda persona. Son la base para la supervivencia del individuo: Respirar, alimentarse, hidratarse, vestirse, sexo, etc. De seguridad: Se busca crear y mantener una situación de orden y seguridad en la vida. Una seguridad física (salud), económica (ingresos), necesidad de vivienda, etc. Sociales: Implican el sentimiento de pertenezca a un grupo social, familia, amigos, pareja, compañeros del trabajo, etc. De estima o reconocimiento: Son las necesidades de identificación y valoración positiva, como la confianza, la independencia personal, la fama o las metas financieras. De autorrealización: Este quinto nivel es el más alto sólo puede ser satisfecho una vez que todas las demás necesidades fueron suficientemente alcanzadas. Es la sensación de llegar al éxito personal.

Esto exige un modelo centrado en la persona. Han de estar personalizados, tanto la atención, cuidados, actividades, escucha, ayudas, etc. Que atiendan de verdad a todas ellas.

Si esto no es así, tal vez nos detenemos mucho en la atención a la salud física, que algunos denominan la salud veterinaria. Pero la persona es mucho más. Es toda una biografía. Y las biografías precisan ser contadas, escuchadas, entendidas, atendidas, valoradas, incluso lloradas y celebradas. Y muchas veces perdonadas.

En la Revista de Geriatría y Gerontología, nº 5, julio-agosto 2017 hay un artículo sumamente interesante:

«Hable con ellos: cuidados narrativos en el marco de una atención centrada en la persona». «La atención a la persona, los cuidados, vienen dados por su situación médica, pero también por los elementos relacionales y los contextos que la rodean».

«La persona mantiene una dignidad y un valor único, incluso en las demencias o dependencias severas. Tienen derechos y voz propia en las decisiones. Porque afectan a su vida». «Por eso la atención personalizada exige una narrativa del ciclo vital pasado, presente y un proyecto de futuro. Conocer la historia personal narrada por ella misma. Y eso requiere escucha atenta, pausada, valoración y respeto para el mantenimiento de la propia identidad. «Dignidad autonomía y bueno trato».

En ‘Arrugas’ el comentarista citado resalta: «El drama hondo no es sólo ese “perderse” en las nebulosas de la memoria, sino sobre todo el dolor de hacerlo en soledad, sin la compañía de los seres queridos y rodeado del silencio respetuoso del personal sanitario».

El verano pasado salió esta noticia: «Acompaño». “Voluntarios gallegos acompañarán la personas mayores que viven solas”.

En principio me alegré. Pero luego pensé en la frase: “Sin la compañía de los seres queridos y rodeado del silencio respetuoso del personal sanitario”.He notado la falta algo: Alma, corazón y vida. Y descubrí otro problema:

¿QUIÉN CUIDA DEL CUIDADOR? 

Esta temporada por diversas circunstancias he tenido la oportunidad de escuchar a varias mujeres que trabajan en geriátricos. En bastantes de ellos las condiciones laborales no son muy idóneas. Personal insuficiente. Tareas que ultrapasan con mucho la capacidad de respuesta incluso física de una sola persona.

Todas se quejan de lumbalgias, ciáticas, dolor de hombros de sobrecargas continuadas por sobrepesos.

Hiperresponsabilidad, condiciones leoninas en el trabajo, imposible la conciliación familiar, sin poder programar mínimamente su tiempo libre, suprimido y no recuperado ni remunerado bajo amenaza de despido. Sin aparatos mecánicos adecuados para la movilización e higiene de aquellos que no se valen por sí mismos para las actividades de la vida diaria, etc. Algunas de esas personas estaban muy deterioradas. Rotas por dentro y por fuera.

Eso en la psicología laboral se conoce por el síndrome del bournout, (quemado, fundido) un tipo de estrés laboral, un estado de agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima, y está caracterizado por un proceso paulatino, en el que las personas pierden interés por las tareas, sentido de responsabilidad y pueden llegar hasta profundas depresiones. Esa era la situación. Sentí lástima.

En ‘Arrugas’ serían los del piso de arriba: “Un día, a pesar de que Miguel le había advertido de que no lo hiciera, Emilio subió y descubrió allí en aquellos asistidos, gente que necesita ayuda para lo más básico y luego, al ver aquello, se sintió muy triste”.

Aunque en el accidente las heridas de Emilio no habían sido muy graves lo subieron a la planta superior. Poco después Antonia también se verá sola en el comedor porque Miguel decidió imitar a Loli e ir al piso superior para ayudar así en los cuidados de Emilio. Ellos mismos se fueron apartando. ¿Pasa hoy igual en la vida?

CONSECUENCIAS:

Casilda suprimiría del calendario las fiestas de Navidad. ¿Y acaso no será más bien que las fiestas la están suprimiendo a ella? La apartan. Ya no es de esta “fiesta”.

¿No seremos todos nosotros los que estamos retirando a los abuelos del calendario vital, como aquellos que iban pasando al “piso de arriba” del que Miguel tanto advirtió a Emilio?:

“Sólo la experiencia de amar será la que permite entender muchas cosas en la vida y la vida misma. Marcará la diferencia real entre una vida rica o una vida sin más. “Pero tú esto no lo entiendes, Miguel, porque nunca quisiste a nadie”.

¿Y nosotros?