Primer hecho: El mensaje de Jesús, sus gestos y sus palabras se sembraron en grupos judíos empapados de su Torá y su religiosidad dominante. Y fuera de los judíos, en ambientes paganos con sus costumbres ancestrales.

Segundo hecho: Tanto el Templo de Jerusalén como los altares de los paganos fueron muy difíciles de superar. Y no se superó la religiosidad de los templos ni su atractivo sagrado con su efecto de apaciguar conciencias privadas y públicas. Los mensajeros del evangelio acabaron transformándose en sacerdotes en busca de templos. Con esta atracción de lo judío y de lo pagano comenzó la construcción de una nueva religión. Con los imprescindibles ingredientes: templos, altares, sacerdotes, sacrificios.

De toda la nueva buena quien más perdió fue la Cena del Señor.

Lo dejado por Jesús era tanto, tan concentrado y tan innovador para los hombres y sus formas de hacer la sociedad que ni aún hoy acabamos de aceptar o conocer. Como símbolo, basta recordar, por encima, la historia de Roma y sus pontífices cuya meta fue siempre presentarse como los únicos y verdaderos sucesores no solo de Pedro o del mismo Jesús, sino de representantes de Dios. ¡Qué lejos quedaba no solo el mensaje de Jesús sino la Cena del Señor, convertida en grandioso teatro litúrgico de poder y dogmas filosóficos!

Bajo esta enorme quiebra del mensaje de Jesús, operó un aparentoso principio: dado que fue el “enviado” de Dios, todas sus afirmaciones había que enmarcarlas en los esquemas del pensamiento más culto de los hombres, que por entonces representaban los sabios de Grecia. El resultado es que el núcleo de lo cristiano desde la teología sistemática, lacrada con dogmas, se ligó a la más culta de todas las filosofías: la griega. Comprensible o no, el saber filosófico pudo más que el mismo evangelio de Jesús.

Según este saber de sabios, los conceptos de sustancia, accidente, transustanciación, la mesa puesta para comer evolucionó hasta convertirse en una Custodia o Sagrario para adorar. La “vida de Jesús” con la que había que comulgar la sabiduría griega la convirtió en sustancia de cuerpo físico de Cristo que había que comer. Y la copa de vino, aunque oliendo y con sabor a vino ya era sangre física de Cristo.

Con el Sagrario y la Custodia se ha difuminado el concepto, la historia y finalidad de la Alianza.

Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos.

Haced esto en mi recuerdo

Cuando hagáis esto, hacedlo teniéndome a mí presente.

 Luis Alemán Mur