V CENTENARIO SANTA TERESA

“Tratar de amistad”

Teresa quiso ser feliz, vivir amando aprovechando cada instante. Su persona y su palabra es oración. Ella no habla de teorías, dialoga con nosotros, nos cuenta su experiencia para que tengamos nuestra propia experiencia. Es un camino para todos, porque el camino que Teresa propone es la oración y para orar “no hay que pensar mucho, sino amar mucho”.

La pregunta del millón: ¿qué es orar? Teresa da una definición que ya está manida de tanto repetirla, pero no por ello ha perdido su verdad:

  • “orar es tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama”.

No voy a caer en dar doctrina para desmenuzar lo dicho tan clara y sencillamente. Solo voy a acentuar las palabras claves para que cada cual haga su propia reflexión:

  • Estar a solas, dejar la algarabía que llevamos en el interior, buscar silencio y soledad.
  • Trato de amistad, es decir, una relación personal, no un método, un lugar, la vida misma para ejercitar la amistad.
  • Estar con quien sabemos nos ama, la vida nos desvela el amor de Dios y queremos “estar” con él.

Porque lo que Teresa me enseñó a mí cuando eché a andar en este camino de oración junto a ella, fue la libertad. Porque Teresa no nos da un método de oración, sino que expone su experiencia y la de otros para que cada persona encuentre su propio método. Esto me cautivó de ella: la libertad. Porque lo esencial de esta propuesta de oración es que consiste en una relación personal, una amistad, un Tú a tú, el de Dios y el mío y eso no se encierra en métodos ni doctrinas, se aprende en la vida y en el mismo trato.

Mª Rosa Bonilla Pérez

Textos para la lectura

Vida 8, 5: “De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por
donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y no le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejarla por humildad; crea que no pueden faltar sus palabras, que en arrepintiéndonos de veras y determinándose a no le ofender, se torna a la amistad que estaba y hacer las mercedes que antes hacía y a las veces mucho más si el arrepentimiento lo merece. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar irá entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Y si vos aún no le amáis (porque, para ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar las condiciones: la del Señor ya se sabe que no puede tener falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata), no podéis acabar con vos de amarle tanto, porque no es de vuestra condición; mas viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que os ama”.

Vida 9, 4: “Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me atormentaban. Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto”.