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Mt 23,1-12

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto;

“Les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.”

“No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos” ¿Esta es la fotografía de los Müller y el grupo de cardenales que se niegan a la transformación de la pompa y maneras paganas del vaticano?

“Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto;” Con humildad y regocijo deberíamos reconocer que ¡por fin! podemos decirlo en voz alta: desde hace muchos siglos, el Vaticano ha sido un centro de poder, vanidad y un foco de todas las corrupciones de todo tipo. Y la sociedad de hoy ya no traga ni la corrupción ni el infantilismo ridículo de las colas largas de los cardenales.

“Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar”. Llevan siglos condenando al mundo, mientras ellos tragaban su podredumbre. Ese era el informe secreto que entregaron a Benedicto XVI, tan duro que el anciano se retiró. Esa era la Curia Romana que recibió el papa Francisco. Tras el Sínodo, el Papa advierte contra las divisiones y las envidias que “desmiembran la Iglesia “« ¡Cuánta división! ¡Cuánta envidia! ¡Cómo se habla mal de otros! ¡Cuánta incomprensión!». «El corazón envidioso se vuelve ácido, en vez de sangre tiene vinagre»

Solo nos queda orar. Orar por la iglesia de Jesús. Orar por el papa Francisco: Orar por los pobres de Dios. Orar unos por otros.

Luis Alemán Mur