¿Quién fue Jesús desde que nació hasta la tarde de su muerte? La respuesta simplona (a mi juicio) es habitual en toda la dogmática: En teodicea. Es decir, lo que sepamos, si es que sabemos algo de Dios; En Eclesiología con su despliegue de sacramentos; el bautismo, la eucaristía, el perdón; el infierno, la gloria. Todo está supeditado en nuestro saber teológico a la respuesta de quién decís que soy yo.

Los cuatro evangelios canónicos, las cartas de Pablo y cualquier documento escrito después de la resurrección, hablan de un Jesús Hijo de Dios. Los evangelistas, sean quienes fueran, como cualquier seguidor de Jesús escriben bajo el asombro de un Cristo al que Dios ha resucitado. A Pablo por ejemplo, ya no le interesa saber nada del Jesús de Nazaret.

El cristianismo primitivo se deslumbró ante el hecho de que a Jesús, Dios lo había levantado de la tumba y lo había sentado a su Diestra. Ante esa realidad cristiana, se acabaron las mitologías griegas. Se acabaron las historietas de los paganos. La certeza y la fe cristiana se fundaban sobre un hombre de su tiempo al que muchos habían conocido y tocado antes de morir. Y del que muchos habían experimentado la presencia de su resurrección, después de una infame muerte y crucifixión.

Y fue tan poderosa la presencia del resucitado que ya, al repasar y escribir su vida anterior de Nazaret, le añadieron a todas sus palabras y a todos sus hechos la dimensión propia de una divinidad, ahora descubierta. Hasta el punto de que algunos filósofos o teólogos creyentes pensaron que aquel Jesús de Nazaret fue sólo una apariencia de hombre, para ocultar lo que siempre había habido detrás: la divinidad. La encarnación era una especie de engaño: Dios vestido de hombre. Hablaba como hombre, pero era Dios. Amaba como hombre, pero era Dios. Lo que él decía no lo decía solo un hombre sino Dios. Un hombre sin pulsiones de hombre. Por eso podía andar sobre las olas y multiplicar panes. Por eso a quien crucificaron fue a Dios. Fue Dios quien murió.

El párrafo anterior es un resumen de lo que llamamos cristología oficial. Una cristología inducida por los mismos evangelios. Una cristología que inspiró a todos los arquitectos de todas las catedrales del mundo. Una cristología que ha creado bellísimas obras de arte tanto de pintura o musicales. El Cristo transmitido por el cristianismo es un Cristo ya resucitado. Y el Cristo resucitado es un milagro de Dios.

Y la pregunta que nos hacemos hoy es ¿quién fue aquel Jesús de Nazaret antes de ser resucitado? ¿Era un hombre normal? ¿Alguien le proporcionó un informe secreto sobre quién era Dios y sobre quién era él y cuál iba a ser su destino? ¿Algún ángel le dio un cursillo sobre los planes de Dios? ¿Contó con algún tipo de ciencia infusa? ¿Bajó del cielo o se hizo en la tierra? Cuando se ahogaba en la cruz ¿se sintió abandonado o hacía un papel de profeta santo? ¿Llevaba en su psique dos conciencias, la divina y la humana?

¿En algún momento de su vida en Palestina creyó que era hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad? ¿Y aunque no lo creyera, lo era?

La inmensa mayoría de los fieles de misa, la inmensa mayoría de monjas y cleros respondería que sí a todas estas preguntas. Lo cual quiere decir que podemos estar viviendo un cristianismo trastocado, que aunque hasta ahora ha sido el habitual e incluso promotor de muchos santos y mucha caridad entre los hombres, hoy empieza ya a ser intragable. El problema comienza en los Evangelios. Seguiremos con el tema.

Luis Alemán