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Jn 20,19-31

 Estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 

Y en esto entró Jesús, y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»:

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

“Los discípulos en una casa,
con las puertas cerradas por miedo a los judíos”.
No hay nombres, ni número. Están los que eligieron a Jesús. Se sienten perseguidos por el sistema político y religioso. Los judíos no son para Juan una raza. Son los de Judea que desde hace tiempo intentaron montar su nacionalismo sobre la Torá y el Templo.

«Paz a vosotros.» Las primeras palabras de Jesús el resucitado. Debe ser la vivencia que queda en el interior del que tiene la experiencia del Jesús vivo. El miedo no acompaña a Jesús.

“Les enseñó las manos y el costado”. Los que creyeron en Jesús llegaron a la seguridad en Jesús resucitado. Sobre todo Juan el evangelista repite una y otra vez que no es un fantasma, ni un sueño. La prueba serán sus manos y su costado taladrados. Tomás aceptó la prueba. En Galilea comerá con ellos. El mensaje de Juan en estos pasajes es que el resucitado es el mismo que murió en la cruz. El sepulcro vacío y sus heridas cicatrizadas son la “buena nueva”.

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Este es el cometido del discípulo de Jesús: perdonar, enseñar al mundo a perdonar. Lo más divino que puede hacer un hombre. En el Génesis recibió Adán el Aliento para vivir. Ahora reciben los discípulos el Aliento para perdonar y enseñar a perdonar. No es lógico pensar aquí en los confesonarios.

“Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. No es la vida del Génesis. No es la vida de los hombres. Es la vida de la nueva creación: los hijos de Dios.

Luis Alemán Mur