El presidente de EEUU – donde el 22% de la población, 70 millones de personas, se declara católica- mantiene su primera ‘cumbre’ con el Papa

El aborto sobrevuela la reunión entre el Papa Francisco y Joe Biden

 


 

“Durante toda mi vida, me habían hablado de nuestro Dios benévolo. De este Dios que perdona. De este Dios que nos dio libertad para dudar. Era un Dios que amaba, un Dios que confortaba. Bueno, pues ahora yo no quería oír hablar de un Dios misericordioso. Ningún sermón, ninguna oración me consolaba. Sentí que Dios me la había jugado de manera espantosa, y estaba amargado. Dejé de encontrar consuelo en la iglesia”.

Así describía en 2007, en su libro ‘Promises to Keep’ – publicado para ‘lanzar’ su segunda campaña a la presidencia – Joe Biden su crisis de fe. Fue en 1972. El ahora presidente lo tenía todo en la vida. Una familia feliz, con tres hijos, y una esposa, Neila, con la que llevaba seis años casado y a la que la prensa denominaba “el cerebro” por su capacidad para dirigir la más que fulgurante carrera de su marido. El 7 de noviembre de 1972, Biden, un neófito en política, había derrotado de manera imprevisible al senador republicano J. Caleb Boggs, que llevaba en el cargo nada menos que 18 años. Era el inicio de una carrera marcada por siete victorias seguidas en el Senado, la vicepresidencia y, finalmente, la Casa Blanca.

Y entonces, seis semanas después de ganar las elecciones, y una antes del día de Navidad, Neila y la menor de la familia, Naomi Christina, que solo tenía un año y un mes, murieron en un accidente de tráfico. Los otros dos hijos de Biden, Beau y Hunter, quedaron en estado crítico. El futuro presidente no iba en el coche.

Biden acabó recuperando la fe y volvió a asistir a misa todos los domingos. Se casó de nuevo, con su actual esposa, Jill, con la que tiene una hija, Ashley. Perdió a otro hijo, de su primer matrimonio, Beau, víctima de un cáncer a los 46 años, en 2015. Desde entonces, lleva siempre un rosario en el bolsillo.

Hace un año, Biden se convirtió en el segundo presidente católico de la Historia de Estados Unidos, después de John Fitzgerald Kennedy. Y hoy, va a tener su primera ‘cumbre’ como jefe de Estado y de Gobierno con el Papa Francisco, aunque es la cuarta vez que se reúnen. El Papa es, también, un jefe de Estado (curiosamente, del único Estado del mundo en el que no existe una sola empresa privada, algo que en principio le sitúa bastante lejos de EEUU, cuyo presidente todavía ayer dijo en el Congreso que “yo soy un capitalista”), así que cabe preguntarse si ésta va a ser una reunión de Estado o espiritual.

“Un poco las dos cosas”, ha declarado el consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan. En el fondo, lo mismo sucederá con las otras dos reuniones que tiene Francisco estos días, con el presidente de Corea del SurMoon Jae-in, que sí es católico, y con el primer ministro de India, Narendra Modi, que es hindú, pero gobierna un país con 20 millones de fieles del obispo de Roma.

Pero, el mes que viene, Biden podría convertirse en el primer presidente estadounidense al que le sea negada la comunión. En noviembre, la Iglesia católica de Estados Unidos emitirá un documento en el que se establecen las condiciones bajo las cuales los políticos del país que apoyan el aborto pueden recibir la comunión. Y Biden apoya el aborto. Es más: su Departamento de Justicia ha llevado al Tribunal Supremo la ley del estado de Texas que supone en la práctica la prohibición de la interrupción del embarazo. Si hay algo que refleje de forma inequívoca las llamadas ‘guerras de la cultura’ en Estados Unidos es el aborto. En 2021, 19 estados aprobaron un total de 106 normas limitándolo. Todos ellos están controlados por el Partido Republicano.

La Casa Blanca no quiere ni oír hablar de la cuestión. Oficialmente, Biden y Francisco centrarán su conversación, de algo más de media hora, en “esfuerzos centrados en el respeto de la dignidad humana más fundamental”, y, más en concreto, en “la pobreza, la lucha contra la crisis climática, y el final del Covid-19“. Eso deja de lado el aborto. Sin embargo, pocos son los que creen que esa cuestión no vaya a aparecer en el encuentro.

EL SIGNIFICADO POLÍTICO DEL ENCUENTRO

Francisco ha dejado siempre las cosas muy claras en lo referente al aborto, que ha calificado de “homicidio”, y ha comparado con “contratar a un asesino a sueldo”. Preguntada al respecto, la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, se ha limitado a insistir que “el presidente cree en el derecho de la mujer a decidir”. La tesis de Biden es que su fe es algo privado. La de otros católicos, como el obispo de Kansas City, Joseph Naumann, que el derecho a la privacidad no entra en esta materia. “¿Cómo puede decir [Biden] que es católico devoto y practicante y, al mismo tiempo, hacer estas cosas que son contrarias al Magisterio de la Iglesia?”

Lo cierto, sin embargo, es que el Papa no simpatiza con la actitud de los obispos estadounidenses. El mes pasado, cuando regresaba de su visita a Hungría y Eslovaquia, Francisco desacreditó indirectamente a los obispos estadounidenses cuando dio que “a veces los obispos no se comportan como pastores, sino que se inclinan a la política“. El Papa afirmó que “la comunión no es un premio para los perfectos, la comunión es un don, es un regalo”, e insistió en que él “nunca” ha negado la comunión a nadie. “Ya basta de excomuniones”, zanjó. Así que, como ha titulado la revista ‘America Magazine’, de la Compañía de Jesús – la orden a la que pertenece Francisco – “los obispos estadounidenses tendrán una presencia invisible” en el encuentro bilateral.

El debate, así pues, no parece ser tanto entre Biden y Francisco como dentro de la propia Iglesia. De hecho, los católicos estadounidenses forman parte de la sociedad del país – de hecho, la católica es la mayor iglesia de EEUU en número de fieles – y, como tales, reflejan ese entorno. Un ejemplo: según el Centro de Estudios Pew, una organización independiente de análisis de la opinión pública, el 89% de los católicos que votan demócrata consideran a Biden como una persona religiosa, mientras que el porcentaje se hunde a justo la mitad, el 44%, entre los católicos que votan republicano. En la cuestión de la comunión de Biden, de nuevo, la feligresía va por cuestión de carné político. El 55% de los católicos republicanos opinan que Biden no debe recibir ese sacramento. Solo el 11% de los demócratas opinan eso.

Y el encuentro, a fin de cuentas, también tiene un significado político. Los católicos estadounidenses solían ser mayoritariamente demócratas, pero hoy están divididos en dos mitades iguales entre ese partido y el Republicano. Es posible que, de no haber sido Biden católico, Donald Trump hubiera ganado entre esa comunidad en 2020. Aun así, la comunidad católica sigue sin encontrar un espacio en EEUU. El Partido Republicano es el de los protestantes – antes, de los episcopales y metodistas; hoy, de los carismáticos – mientras que el Demócrata se sitúa en muchas cuestiones demasiado a la izquierda de lo que les gustaría.

Pero ambos grupos saben que el voto católico es fundamental. El 22% de la población es decir, 70 millones de personas, se declara católica. La Iglesia tiene o gestiona el 10% de los hospitales y el 5% de las escuelas del país, y da empleo a 1,3 millones de estadounidenses, es decir, 300.000 personas más que la cadena de supermercados Wal-Mart, que es el mayor empleador del sector privado del país. Y el mayor propietario de inmuebles de Manhattan es la iglesia. Así pues, por más que Psaki haya insistido en que Biden “considera su fe como algo profundamente personal”, el encuentro entre Francisco y Biden tiene un lado muy público.