Creo Señor, en la eternidad. Porque creo en Ti

No creo en la condenación eterna. Sí creo, Señor, en la Nada. Tan difícil de demostrar como tu existencia.

¿Cómo entender el misterio de la fe, si los libros que lo pretenden explicar son ellos mismos un misterio?

¿Cómo entender el sentido del evangelio, si los domingos me dan un sermón que no explica el evangelio?

¿Cómo entender los sacramentos, si el cura parece no saber lo que administra?

Una de las cosas más agradables es encontrar personas con las que se sintoniza. Pensar parecido, desear lo mismo, ser como de la misma familia. A eso, nuestro catecismo le pone nombre: “comunión de los santos”. Es una verdad cristiana que conforta en medio de la inmensa soledad en la que nos movemos. Y no es que seamos o nos creamos “santos” en el sentido corriente. Simplemente, corre entre nosotros un mismo Espíritu.

Si mi vida se acaba, si no hay eternidad para mí,

si la vida ha sido esto y nada más que esto

si vuelvo a la Nada o al polvo para que comience de nuevo otro Universo

¡No importa, Señor! Camino feliz a cualquier final.

Me basta con haber conocido a Jesús, el de Nazaret.

Ha sido un buen regalo por vivir. Me ha merecido la pena.

Gracias por mis Padres

Por mi familia

Por mis amigos

Gracias por lo que he amado.

Gracias por cuanto me han amado.

Gracias por lo que he aguantado.

Ya todo se borra como nube que se deshace.

Sólo queda Jesús, dando sentido a mi historia.

Si luego no hay nada, Señor

por mí no te preocupes.

Luis Alemán Mur