Frase evangélica: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir»

1. A pesar de los tres anuncios de la Pasión que ha hecho Jesús a sus discípulos, seguidos de otras tantas instrucciones, éstos no entienden. La ambición de los primeros discípulos y la indignación contra ellos de los otros muestran lo difícil que es formar parte de la comunidad eclesial en dinámica pascual. Los discípulos de Jesús, a pesar de seguir al Maestro, están tentados, por un lado, de egoísmo, vanidad, deseo de poder, ambición; por otro, de celos y envidias.

2. En el reino mesiánico no hay jerarquías de mando ni primeros puestos de honor. Sólo le cabe al discípulo «ser sumergido en las aguas» o bautizarse, es decir, morir con los pecadores y por los pecadores, y «beber la copa» amarga del sufrimiento, o entrar en comunión eucarística, es decir, aceptar una muerte como la del Maestro. Son dos imágenes que significan lo mismo: participar sacramentalmente en la muerte y resurrección de Jesús, compartiendo lo que esto entraña históricamente de entrega por los demás, especialmente por los pobres.

3. En la sociedad civil o en el Estado, los gobernantes ejercen su señorío y dejan sentir el peso de su poder. Todos quieren ser «jefes» o «grandes». Buscan honores, dinero, poder… No se acepta la idea de servicio. Recordemos que la palabra «servicio» se emplea en dos casos que muchas personas ponen en tela de juicio o rechazan: el «servicio militar» (para los hombres) y el «servicio doméstico» (para las mujeres). La comunidad cristiana es una comunidad sin poder y con servicio -así lo quiso y lo dijo Jesús-, y de este modo se redime. En resumen, los discípulos no deben ser ambiciosos, sino servidores, ya que el servicio es el rasgo más característico del reino.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Por qué nos gusta tanto dominar y ser tenidos en cuenta?
¿Por qué nos resistimos a servir?