¿Pero alguna vez la Fe estuvo a cubierto? Por supuesto que sí. En largas etapas de la historia, en cuyos bordes finales crecimos. Una gran mayoría de católicos, vayamos o no a misa, nacimos y vivimos en una atmósfera de fe llena de evidencias y seguridad.

 

Mirando ahora hacia atrás, comprendemos que aquella rocosa seguridad no era un componente interior de la fe. Aquella seguridad era el resultado de una situación sociológica. La sociedad era la que soportaba el peso de la fe.

 

Cambió aquella sociedad. Ahora es cada ciudadano quien tiene que soportar el yugo de creer. Antes, era la sociedad quien soportaba las cargas y los beneficios de creer, al menos, en Dios. Ahora la sociedad se ha sacudido a Dios. No por atea, sino por la imparcialidad de lo civil. Nació hace tiempo la sociedad civil. La secularización (desacralización) se considera una madurez. Para el creyente, la cosa se pone cada vez más fea o más fría.

 

Stephen Hawking, el sabio físico, dice algo que sorprende y molesta a los creyentes: “no hace falta recurrir a Dios para explicar el origen y evolución del Universo”. Parece a simple vista la afirmación rotunda de un ateo. Al margen de las creencias personales del sabio, a mí me parece bello el desmonte de aquellos mecanos filosóficos de catecismo construidos para defender y probar la existencia de un Dios del que nadie sabe nada y a quien nadie ha visto. Fue oficio de la Fe poner a Dios en la primera página de toda física, de toda química, de toda biología, de toda historia. Para la Fe, Dios no era solo el gran y único Hacedor, es que además intervenía en todo desarrollo desde el Fiat lux. La Fe disfrutaba de un Dios que hace llover, fabrica epidemias, encabeza ejércitos, y elige su representante en Roma. Porque la creencia se funda en que nada se explica sin el Hacedor.

 

Ahora va y nace la sociedad sin referencia a Dios. No hace falta Dios para explicar el Universo ni la historia. Nace la ciencia sin Dios. Es más, se llega a pensar que
el mundo, la historia, el conocimiento de las estrellas y el conocimiento de los mares es posible sin un Dios enredando en su desarrollo como protagonista.

 

¿Es el triunfo del ateísmo? ¿O es más bien que el dios manufacturado por las religiones presentaba tales deficiencias que lo hacían incompatible con la Divinidad no contaminada de creaturidad?

 

Por otra parte, ¿No podría ser verdad que el diseño de Dios fue que todo lo existente fuese autónomo, auto suficiente, bello en sí mismo? ¿Y si la Realidad Dios no cuadrara con la conclusión de un silogismo? ¿Y si la Realidad Dios no fuera captable desde la orilla de lo contingente? ¿Y si Dios fuese tan lejano o tan cercano, tan comprensible o incomprensible para el sabio como para el analfabeto?

 

Un mundo sin Dios, es decir: un universo que no necesita a Dios para explicarse, una historia que ocurre y evoluciona sin la intervención divina, deja al hombre solo y a la intemperie frente a su responsabilidad, sin recurso a la comprensión o perdón. Esclavo de leyes secretas, según las que cualquier hombre puede llegar a ser un Hitler o un Francisco de Asís sin permiso del “Dueño”.

 

La bondad y la maldad humana no serían productos de intervenciones desde fuera sino opciones elaboradas y seleccionadas mediante un extraño poder interior: la libertad, que sólo se encuentra en los seres con inteligencia.

 

La verdad es que yo no se una palabra sobre cómo es Dios. Lo que escribo son reflexiones a la intemperie. Como creyente cristiano ni puedo ni quiero prescindir de Jesús, aquel palestino que contaba parábolas para contar cómo era Dios, que vivió según una ética y que nos enseñó a orar con el “Padre nuestro”. Creo que entiendo sus parábolas; me gusta orar despacio con el Padre nuestro. Pero donde siempre fallé fue en la ética de Jesús. Y me parece que la ética de Jesús da soporte a la Fe y trae la cercanía de Alguien

 

A primera vista, un mundo secularizado, una sociedad sin Dios suena muy mal para un creyente. Pero en sí mismas, no son afirmaciones ateas. En la mezcla que hemos hecho de Dios con la Historia, las estrellas, el Espacio y el Tiempo y la sociedad ha resultado perjudicada la Divinidad. Por no entender a Dios y usar su nombre en vano nos fabricamos un dios de bolsillo, como de calderilla divina. Podría resultar clarificadora y oxigenante esta moda des-sacralizante. Venga de la izquierda atea o de la derecha pensante. En definitiva, nos obliga a enfrentarnos a Dios desde la soledad individual, sin cobertura social. Si nos falla el pueblo, si nos falla lo comunitario, si nos falla la Institución eclesial, la Fe terminará siempre en un tu a Tú, persona a Persona. Tiempos agrios, épocas de sequedad, noches oscuras.

Luis Alemán Mur