DIFICIL DE ENTENDER SI CALLA, DIFICIL DE ACEPTAR SI HABLA


La gran noticia evangélica: “Anunciad a todo el mundo y a todas la naciones que Dios (“el
Reino de Dios”) ha llegado”. Por fin Dios da señales de vida. Y la palabra de Dios es Jesús.

La epi-fanía de Dios a la sociedad humana es Jesús el de Nazaret Eso era lo que tenía que decir Dios. Jesús es la Revelación del Padre. No hay, ni puede haber más revelación que Él. Las demás revelaciones o emanan de Jesús, o convergen en Jesús o son fraudes de iluminados.

Cuando llegó la madurez suficiente de los tiempos, el Ser Supremo (“la Realidad opuesta a la nada”) se ha comunicado con los hombres. Jesús es lo que tenía que decir Dios. Ya puede el hombre eliminar el miedo, decir Padre Nuestro, y vivir en fraternidad.

Esta es nuestra fe. Nuestro credo. Este el signo que nos distingue. Nosotros, los que nos llamamos cristianos, no sólo estamos convencidos sino que vivimos con la seguridad de que Dios, el único Dios, ha hablado a los hombres. Los hombres pueden saber ya qué significa Dios: no solo ante las angustias metafísicas de nuestra existencia, sino qué dice Dios ante nuestros pequeños mecanismos de convivencia inventados por nosotros.

 

De verdad que Dios es difícil de entender. No solo por lo mistérico y diferente de su Ser y su dogmática atmosférica. Pero es que nos resulta difícil de aceptar su epifanía, su revelación por su extrema simplicidad, a través de un hombre de pueblo,

 

Resulta que la sabiduría divina (¡El Ser!) se ha hecho vida humana. Verbum caro factum est. Encarnación. Si fue difícil siempre entender la Creación, no menos difícil es aceptar la Encarnación.

 

Encarnación quiere decir que no hay que salirse de la tierra, ni de la ciudad, ni de esta sociedad para oír la palabra divina. No hay que huir del cuerpo. Dios se manifiesta en la carne: lo tangible y transitorio. La Palabra de Dios es de tal naturaleza que es entendible por un analfabeto.

 

Por tanto, Dios no se ha manifestado para crear o traer otro mundo. Se puede buscar y oír a Dios en este mundo. Jesús el de Nazaret no acaba ni rompe con la historia de los hombres. Se mete en la historia para dar sentido a la historia. Su misión es iluminar ojos, afinar oídos, humanizar el corazón del hombre, fortificar su interioridad. El Dios de Jesús está en la calle y en las plazas.

 

Es verdad la dificultad para entender al Dios del Universo. Pero resulta que cuando habla el lenguaje humano, es difícil aceptarlo.

 

Jesús no dejó nada grabado ni escrito. Su mensaje a los hombres de “todas las naciones” en manos de unos pocos que le habían seguido, oído sus palabras, le vieron muerto y le vieron resucitado. Entonces comenzó lo que llamamos iglesia.

 

Ese mensaje, (lo que hizo y dijo Jesús) lo recogieron, según los métodos de narración de entonces. Cada predicador, cada escritor ponía sus acentos, su idioma, su vivencia. Hoy resulta difícil encontrar con seguridad las palabras exactas de Jesús. Pero tenemos suficientes datos para conocer su pensamiento y su mensaje. Por supuesto que no heredamos ninguna constitución con sus artículos medidos.

 

Jesús explicaba en parábolas Según los especialistas en el análisis histórico crítico de los evangelios (por ejemplo Joaquín Jeremías) las parábolas son “invento” de Jesús. Y nos transmiten su pensamiento y palabras más suyos y menos retocados.

Parece que Jesús confía más en sanear el interior del hombre que en arreglar la sociedad. No hay proclamas sociales, ni políticas, ni sistemas económicos. Por supuesto que quedó siempre evidente su desacuerdo frontal con los poderes religiosos, con el Templo y sus ministros por ser los manipuladores del pueblo y usurpadores de la viña del Padre. Pero Jesús no se dedica a levantar al pueblo contra el Templo. Su primera dedicación era llevar a cada hombre, incluso más que a la sociedad, la luz, la libertad y la sabiduría de su Padre. Como si lo que realmente le angustiase eran los hombres, los hogares y la plaza pública. Las autoridades políticas y religiosas y el Templo quedan como telón de fondo, quizá sin mucha esperanza ni remedio.

 

Quizá muchos viéramos más comprensible que si Dios, por fin habla, se dedicara más a arreglar el mundo con sus crisis, la Iglesia con sus dineros y sus pederastias.

 

Jesús, según parece comunicó la Palabra del Padre casa por casa, familia por familia, amigo a amigo contando parábolas porque no sabía filosofía ni economía, ni derecho canónico.

 

Luis Alemán Mur