En contraste con los Reinos y Estados construidos a base de grandes palabras o sobre grandes piedras y grandes monumentos, el Reino del que hablaba Jesús de Nazaret, se construye sobre pequeñas palabras y realidades domésticas. Un Reino de andar por casa. ¿No estará aquí la diferencia más radical entre la Iglesia católica y el sueño de Jesús?

“Es semejante”, “se parece”… a la semilla que cae en el camino, en buena tierra, o entre la hojarasca; o también a una perla perdida cuyo descubrimiento produce inmensa alegría a una vecina, o a un tesoro escondido. O como un grano de mostaza imperceptible que al crecer sirve de cobijo a los pájaros del aire, o como puñado de levadura que en secreto y por la noche transforma toda la masa. Un reino sin banderas ni himnos ni soldados.

Cuando Jesús dijo ante el Templo de Jerusalén aquello de “no quedará piedra sobre piedra”, no parece que fueran las piedras del Templo lo que le molestaban sino el sistema religioso: el Dios y la fe que representaban.

Han pasado siglos y parece que el enfoque de Jesús sobre el Reino, no ha triunfado en sus seguidores a nivel social. Y esa forma de pensar de Jesús, bien pudiera ser el “secreto mesiánico” que algunos biblistas le atribuyen.

Vivía Jesús en medio de un sueño popular de mesianismo triunfante, político y revanchista. Pero Jesús huyó de los triunfos populares y masivos que desvirtuaban su mensaje. Ese no era el mesianismo que traía. Después de cualquier signo de poder, Jesús advertía: “No se lo digáis a nadie”. Algunos exegetas creyeron que Jesús reclamaba el silencio porque se guardaba una carta secreta. Pero la realidad parece distinta. Y es que la intención de Jesús iba mucho más a cambiar al hombre desde dentro que a cambiar la sociedad. Lo suyo no era una revolución social o política sino el nacimiento de un hombre nuevo. La sociedad será la expresión del hombre. Las leyes las hacen los hombres, en la sociedad civil y en la religiosa. Es el hombre el que debe cambiar si se quiere que cambien las leyes.

Vivimos impresionados ante lo grande. Sin embargo, hoy la ciencia en cualquiera de sus ramas, descubrió que las grandes dimensiones son la manifestación de realidades imperceptibles: el mundo de lo nano.

Somos tan primitivos religiosamente que necesitamos grandes edificios y grandes manifestaciones para visualizar el Reino de nuestra fe.

Tres hermanas. Muy pobres. La mayor deficiente mental. La pequeña, 60 años la cuida continuamente. La de en medio, 63 años, vestido y pañuelo negro pide limosna para mantener a todas. No tienen ninguna ayuda de nada. Viven en Orcasitas, un barrio de Madrid. Su mayor miedo es no pagar un mes el alquiler y tener que irse a la calle. Después de ofrecerle una pequeña ayuda, me preguntó si era creyente. Me quiso regalar un rosario del Papa. No puede pedir en la puerta de las Iglesias porque están tomadas por clanes de pobres con derechos adquiridos.

No sé si es poesía o fe. Pienso que la sociedad de los hombres y la Iglesia de Jesús no se rompen porque existe esa otra realidad pequeña, oculta. El Reino de las pequeñas realidades.

Si tiene la oportunidad, búsquese un pobre -su pobre- y ayúdele a salir adelante o a seguir viviendo con esperanza.

Luis Alemán Mur