Mi pequeña y desagradable historia


Nací el 24 de marzo de 1.932. Según mi madre, nací en la noche de un jueves santo. Mi padre quiso que el bautizo se celebrara el 14 de abril aniversario de la Segunda República Española, régimen democrático que existió en España desde el 14 de abril de 1931, Por aquel entonces nadie que fuese medianamente inteligente podía esperar ya de una monarquía podrida con nombre de Alfonso XIII.

Nací siendo mi padre juez en la Villa de Alhucemas, norte de Marruecos protectorado español.
Nací en un periodo agudo de la decadencia española. La campaña de África fue un fracaso total, absoluto, sin atenuantes, para los jefes militares del ejército español. De hecho, el Rey fue protagonista de la ruina. Cuando su General de
división Silvestre organizó una penetración irresponsable, animó a “sus militares”, con el telegrama: «Olé los hombres». El animoso y valiente
Rey los envió a un desastre que pasó a la historia con el nombre de Annual en la que miles de soldados de la plebe dejaron viudas y huérfanos.

Aquel desastre social, propició que se mantuviera en el despacho del juez de Alhucemas una discusión entre el juez y el Fiscal (un militar). Estaban solos en el despacho y en vista de la ausencia de testigos, al fiscal militar, no le fue difícil aportar al juicio sumarísimo un soldado sr. Torroba que afirmó haber oído a través de la puerta cómo el Juez “censuraba con frases llenas de dureza el actual Movimiento Nacional de España, diciendo que quería implantarse un régimen canallesco, calificativo que, según el fiscal, hizo extensible al ejército”.

El día 10 de agosto (1.936) se celebró en Melilla un Consejo de
Guerra por este comentario. Y por haber sido declarado en estado de guerra, se dictó contra el Juez Luis Alemán Morell una pena de seis años de prisión, como autor de un delito de palabra según el artículo 258 del código de justicia militar.

Firmó como Juez instructor el señor Coronel de infantería, Don Luis Ángel y Ladrón de Guevara el fallo contra
“El juez de Alhucemas porque sostuvo una discusión con el Sr. Fiscal (militar) de dicho juzgado, en la que censuró con frases llenas de dureza el actual Movimiento Nacional de España, diciendo quería implantarse un régimen canallesco, calificativo que hizo extensible al ejército”
.

Así reza textualmente la sentencia. Una sentencia que quebró la vida de un hombre, y de toda su familia. Una familia con cuatro hijos. La mayor, Carmuchi, con 8 años; la menor, Rocío, con solo unos meses. Por supuesto el General Franco no fue uno de los que firmaron la sentencia, pero sí “su movimiento” y sus fervientes seguidores: Todos ellos autores de un crimen que resultó un preludio de la nube de lágrimas y sangre con la que estaban dispuestos a inundar una España a la que todos querían tanto: Andrés Arce, Francisco Delgado, Antonio Aymat, Agustín Ríu, Fernando Barrón, Maximino Bartolomeu, Eduardo de No. Militares de alta graduación firmantes de la sentencia.

Todos ya habrán muerto como Franco, su admirado Jefe. Pero algún hijo de ellos quedará por ahí. Ojalá nunca sepan que su padre fue un criminal, dado que se mata no solo con pistola, basta una simple firma.

Para comprender el fondo de lo que había detrás de aquel juicio sumarísimo, y puede que también detrás de la santa cruzada que vino después, convendría conocerse algo del informe del general Picasso (tío del célebre pintor):

El general Juan Picasso investigó los sucesos de Annual y encontró indicios de responsabilidad penal entre los altos mandos del ejército (JULIO MARTÍN ALARCÓN 28/04/2016)

  • Yo acuso de negligencia al general Berenguer, de temerario al general Silvestre y de incompetencia al general Felipe Navarro por sus responsabilidades en las funciones, respectivamente, de Alto comisario de España en Marruecos, comandante general de Melilla y segundo jefe de Melilla, durante una serie de acciones militares en el Rif previas y durante el abandono de la posición de Annual y la posterior y penosa retirada y rendición del fuerte de Monte Arruit, entre finales de julio y principios de agosto de 1921, en el que murieron alrededor de 12.000 hombres. No se conserva completo el expediente de investigación sobre los hechos de Annual llevado a cabo por el general Juan Picasso, pero sí la acusación del fiscal militar José García Moreno basado en él. El párrafo resume la conclusión más esencial: el desastre de Annual se debió a la negligencia e irresponsabilidad del alto mando. El militar remitió en 1922 el abultado informe al Congreso de los
  • Diputados y al Consejo de Guerra y Marina, que encontró indicios de responsabilidades penales, y en el que se basó la acusación de la fiscalía militar. Alfonso XIII, contra la espada y la pared. Lo más grave para la monarquía era que el general contra los generales, jefes y oficiales del ejército. Manuel Fernández Silvestre, que no pudo ser juzgado porque murió la misma mañana en la que se produjo la desbandada de Annual bajo su mando directo -según algunas informaciones tras pegarse un tiro-, tenía una estrecha amistad con el rey Alfonso XIII. Cuando algunos de los documentos y conclusiones del Expediente Picasso se filtraron a la prensa, entre 1922 y 1923, la situación en la calle y el Parlamento le puso contra la espada y la pared: era de dominio público la injerencia del rey en los planes militares de sus favoritos, como Fernández Silvestre, lo que agravó la situación para el monarca en un contexto de inestabilidad política.
  • El general Juan Picasso había sido encargado de investigar los sucesos acaecidos en Annual.
  • Como máximo jefe del ejército en Marruecos, Berenguer se había visto obligado a autorizar una investigación sobre una operación que había tomado proporciones trágicas por el abultado número de muertos y la extendida opinión de corrupción y penalidades del ejército español en el protectorado de Marruecos que siguió durante la campaña del Rif contra las fuerzas de Abd-el-Krim.
  • Berenguer trató de maniatar a Picasso, estableciendo que las investigaciones estuvieran limitadas a jefes y oficiales, pero no a los planes del Estado Mayor, por cuestiones estratégicas y de seguridad nacional.
  • Berenguer descubrió además que a la irresponsabilidad de Silvestre se le unía una serie de alarmantes irregularidades como las deficientes condiciones de la tropa, la ausencia de previsión, informes previos sobre actividad del enemigo que se ignoraban, y la ausencia de un comportamiento a la altura por parte del general Berenguer, Alto Comisario de España en Marruecos. Estaba apuntando alto, por encima de lo que le habían ordenado. Berenguer se puso nervioso, pero no consiguió evitar que Picasso siguiera investigando no solo a jefes y oficiales, sino también a los máximos responsables del ejército. El 18 de abril de 1922 entregó al Congreso de los Diputados el expediente con un informe final redactado por él mismo que constituía un total de 2.417 folios. Dos días después, el Consejo Supremo de Guerra y Marina encontraba indicios de responsabilidad penal contras las actuaciones de los generales.

  • Cadáveres insepultos de los soldados españoles a las puertas de Monte Arruit.
  • La corrupción era generalizada: oficiales que gastaban el doble de lo que les correspondía, armamento inadecuado, encargados del abastecimiento que se enriquecían….
  • Debido a la gravedad de las conclusiones, paralelamente a la investigación militar se inició una actuación política una vez que el Ministerio de la Guerra remitió, el 22 de noviembre, copia al presidente del Congreso de los Diputados, que estableció la primera comisión parlamentaria, conocida como la de “los 19”.
  • Comenzó entonces un rifirrafe político enconado, cuando la comisión quiso citar al general Berenguer, que se escudó en su condición de diputado para no hacerlo. El debate se agrió entre monárquicos y partidarios del buen nombre del ejército, que vieron el Expediente Picasso y los intentos de algunos miembros de la comisión como un instrumento para aguijonear al rey.
  • Pero la sangría era imparable, estaba al descubierto la triste y dramática situación de Marruecos, y pronto emergió el resto. Se habló de corrupción generalizada: oficiales que gastaban el doble de lo que les correspondía por asignación, armamento inadecuado, jefes y encargados del abastecimiento alimenticio que se enriquecían mientras las tropas pasaban hambre, y hospitales que eran focos de infección.
  • Para tratar de apaciguar el clamor popular, el Gobierno de García Prieto puso en marcha una nueva comisión, la de “los 21”, que debía de poner fin a la caja de Pandora que se había abierto con la masacre de Annual y la posterior instrucción.
  • En medio del debate político, Berenguer fue juzgado por un tribunal militar que corroboró la acusación de negligencia, condenándolo a la pena de separación del servicio y pase a la situación de reserva, mientras que exoneraba al general Navarro, que había sido hecho prisionero tras la rendición de Monte Arruit.
  • El círculo se estrechaba peligrosamente sobre el rey. Antes de que se pudieran presentar las conclusiones de la segunda comisión, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado el 13 de septiembre de 1923, con la aquiescencia del propio Alfonso XIII, impidiéndolo dos semanas antes de lo previsto. Berenguer sería restituido durante la dictadura y acabaría, de hecho, presidiendo el Consejo de Ministros después de Primo de Rivera.
  • El Expediente Picasso se tapó y las copias escasearon con los años. Sólo se conserva hoy una de ellas con menos de 300 folios de los más de 2.400 que tenía sólo el informe final.

Como consecuencia de la condena de un juicio sumarísimo, mi padre, el juez de Alhucemas, entró en la cárcel de Melilla el 11 agosto 1.936 – 4 Oct, 1936. Primera cárcel. Después a la Alcazaba de Tetuán el 9 Octubre. Después a Ceuta y finalmente a la durísima prisión del Hacho en Tetuán a la celda nº 13.

La última y definitiva en el Puerto Sta. María: Ingresa en el penal el día 18 nov de 1936 al 18 julio de 1940. El penal del Puerto había sido un convento de religiosos con capacidad para 800 religiosos. Allí los militares metieron a 6.000 presos.

Las condiciones de aquella cárcel eran deplorables, no había camas, ni colchones, oficialmente se dormía en el suelo. Cada uno tenía lo que buenamente podía llevarle su familia.

Mi madre, abandonó con sus cuatro hijos la casa de Alhucemas y nos fuimos, para estar cerca de mi padre, al puerto de Santa María. Mi madre trabajó como una esclava para llevarle a la cárcel la comida a mi padre. Mi hermana mayor, Carmuchi, se la llevaba a mi padre todos los días a la cárcel.

La guerra rompió brutalmente el desarrollo normal de mi familia, como la de tantas otras familias. Pasamos de golpe de ser una familia acomodada a una extrema pobreza. Comienzo a mantener “dos vidas”: con trajes y abrigos buenos, con una educación socialmente elevada, y metido entre las colas del llamado Auxilio Social esperando las habichuelas negras. Recuerdo, con amargura, que los chiquillos al verme bien trajeado me acusaban de que fuese allí a comer, “siendo rico”.

Cuando acabó la guerra –y como consecuencia del terrible sufrimiento- mi padre tubo que ingresar en un hospital psiquiátrico y allí murió dejando viuda y cuatro hijos pequeños. Yo, el tercero y único varón, tenía nueve años.

De aquel tiempo, el cliché más dominante que recuerdo es el rostro de mi madre. A ese rostro sí le llamo yo sufrir.

Luis Alemán Mur