P. Conteste, pero no como los políticos que ni niegan ni afirman sino todo lo contrario. De veras: ¿Usted tiene fe?

R. Mis padres no me dejaron cortijos ni acciones. Como herencia me dejaron su fe. Una fe que ellos amasaron en cárceles, hambre y humillación social. No es que mi fe sea un producto del dolor y la pobreza. Pero el dolor y la pobreza dejan pocas salidas. Cuando en tus primeros quince años la historia ha sido tan cruel es obligado buscar una salida. Dios era una salida. No hablo de salida económica. Dios fue para mí una salida ante una vida tan rota, tan de pequeño y tan sin sentido. Comprendo que muchos no lo acepten, pero yo pienso que en este rompecabezas, una pieza puede ser Dios. Es la fe. Dios no tendría que ver nada con aquella guerra que nos rompió a unos más que otros. Pero Dios sí estuvo allí. No creo que Dios dispare en ninguna guerra, pero sufre y muere y sale herido de todas ellas.

P. ¿Cuánto de herencia hay en su fe?

R. La actriz María Isbert dijo en una entrevista en mayo de 2003: “mis padres me educaron en la fe, para siempre”. Cuando dijo esto tenía 86 años. Considero una buena herencia bien conservada.

En buena parte, se hereda la fe. La herencia es el ecosistema en el que se puede oír. Dios tiene que decir ese “Estoy aquí”. Pero has de oírlo. Podrás negarte a oír. Porque nunca podrás dejar de ser libre. Para ser creyente tienes que ser persona. No hay persona si no hay libertad. La sordera, para nunca oír a Dios será enfermedad o maldad, eso lo sabrá sólo Dios. Lo que sí compruebo es que si incorporas esa voz a tu pensamiento y a tu vitalidad, la historia y el universo manifiestan una luz distinta, más allá de las meras apariencias.

Mire, con la razón y la ciencia, los sabios creyentes o ateos afirman con seguridad que el universo “empezó” en un determinado momento. Tuvo un comienzo. Y pueden rebobinar hacia ese instante el despliegue de la historia del universo. Y llegan hasta una mínima última fracción de segundo antes del Big Bang. Esa mini fracción de segundo la examina la ciencia hasta un punto decimal, cuarenta y dos ceros y un uno, o bien:

000000000000000000000000000000000000000000,1.

¿Qué ocurrió en ese mini instante primero al que llamamos nosotros creación? No lo sabemos. Cada uno rellenará ese mini hueco, es instante –en el que se empalman eternidad y tiempo–, con una incógnita, o con la fe. Algunos científicos dijeron en 1992 “en nuestra investigación casi le hemos dado la mano a Dios”. Otros, “llegamos, pero no hemos visto a Dios”. Es decir, con la ciencia, todo queda suficientemente claro para que se pueda creer en Dios razonablemente. Y tan suficientemente libre como para poder “librarse” de Dios. Si se nos eliminara la posibilidad de no creer dejaríamos de ser libres. Y en ese momento se acabó el hombre.

P. ¿Sabe Vd también física, señor teólogo?

R. Como ya dejo dicho yo no sé casi nada de casi todo. Soy de letras. Pero la filosofía me enseñó a pensar. Y eso me ayuda mucho para medio estructurar racionalmente mi fe, y también para poder leer determinados libros de divulgación que exigen lógica.

P. También es usted filósofo.

R. Licenciatura por Comillas en el año 1956. Pero insisto que los títulos sólo sirven para, a partir de ellos, estudiar esa materia.

P. ¿Sigue usted estudiando?

R. Ya soy viejecito. Me gusta interpretar los salmos y conocer todo lo que pueda del Jesús histórico, el que existió antes que se escribieran los evangelios. Hay huellas suyas en los evangelios. Pero los evangelios están ya escritos con fe. Ven al Jesús que resucitó. Al que “demostró” tener razón.

Después está el otro Jesús. El que hay que descubrir en los hombres sin terminar, en los hermanos.

También repaso la historia. La historia es lenguaje de Dios.

P. ¿Se preocupa por lo político?

R. Para mí, lo específico es mirar todo desde la fe. Y creo que no existe una fe sin política. No es posible una fe fuera de contexto, espiritualista, angélica. Curiosamente con frecuencia, los que más defienden el alejarse de lo político para dedicarse sólo a Dios son los más inmersos en política. Ejemplos, los Obispos. De los más recientes, el más político fue Wojtyla. Es difícil encontrar un papa tan político y, al mismo tiempo, tan perseguidor de clérigos involucrados políticamente.

Nací un 24 de marzo de 1932. Mi padre esperó a bautizarme hasta el 14 de abril, aniversario de la república. En el agua bautismal ya había política. En aquella época, monarquía se llamaba Alfonso XIII. Además de dejar bastardos y bastardas, se acostó con dictadores y políticos de cualquier color. Cobarde fugitivo. Nunca pertenecí a ningún partido político.

Hoy, si hubiera un referéndum votaría monarquía. España no tiene, aún, una clase política con solera, cuajo, y prestigio como para dar a luz y sostener el sistema presidencial de una República. Eso pienso sin mucho convencimiento.

La pregunta es si la Monarquía tendrá la ciencia y la valentía, y la honradez necesaria para que no se rompa la criatura.

Una España en la que es posible que llegue a presidente de gobierno un botarate tiene necesidad de una institución, que aunque podridita ella, sea admitida por el pueblo. Al menos como mal menor. Hoy tenemos el bien mayor su nombre es Felipe VI: un muchacho que mejora la historia y mejora el presente.

Franco dejaría pantanos. Pero dejó un pueblo capado, sin sentido de la orientación, sin hacer las paces con su pasado, con mil camarillas políticas maniobreras, sin oficio, con pedantería o con hambre; nos dejó unos jueces oportunistas pendientes de alguna ubre; y militares que presumían de cojones con poco cerebro. Menos mal que Adolfo Suárez, además de creyente, o por ser creyente, sí fue un gran hombre político. Aunque la historia le pidió más de lo que un hombre podía dar.

La mayoría de los pretendientes a políticos, hoy en España, buscan un trabajo, una fortuna, o un seguro de jubilación. El servicio a la sociedad se concentra en las ongs, en sectores creyentes cristianos anónimos, en algún que otro honesto ciudadano, y en algunos movimientos ciudadanos que buscan movilizar una sociedad adormecida.

No espero nada de los sindicatos, ni de la conferencia episcopal. Y muy poco de los partidos políticos. Tenemos tradición de fango, no de democracia.

Para entender mi vida he tenido que entender la historia. No puedo hacer las paces conmigo sin aceptar antes las paces con la historia. Y aceptar a Dios es tan difícil como aceptar una historia que otros escribieron. Dios e historia son realidades muy difíciles de encajar. El lenguaje de Dios es la historia. Sufrí la historia, pero sin saber leerla. Me sigue siendo difícil leer a Dios.

Conozco a más de uno que le fue muy bien con la historia y con Dios. O puede que los más bobos, como yo, sólo comprendamos la historia cuando ya está escrita. Y aseguro que duele comprender la historia cuando ya está escrita.

P. ¡Pues que la Historia y Dios le amparen!

R. ¡Que así sea!

Luis Alemán Mur