Domingo 6º de Pascua – Ciclo B

Juan 15,9-17:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros

Palabra del Señor

“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”

Los escritos de Juan, el cuarto evangelista, no tienen por finalidad escribir una historia narrativa, sino explicar el sentido que tiene la vida de Jesús y, por tanto, cuál debe ser el sentido de nuestra vida: permaneced en mi amor, porque

“yo os he amado, como el Padre me ha amado” Para el evangelista, Jesús el de Nazaret, es un “invento” del amor de Dios para expresar a los hombres su amor. Nunca estuvo Dios más cerca de los hombres. Nunca habló Dios un lenguaje tan humano y tan claro. Nunca manifestó Dios tanto su amor al hombre como en Jesús de Nazaret.

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Esto ha sido la gran novedad del cristianismo a lo largo de la Historia. Si queréis estudiar la historia de la Iglesia de Jesús, no estudiéis la historia de los Papas, ni las Cruzadas, ni los Concilios, repasad el milagro del amor pequeño y grande de los miles y millones de seguidores de Jesús que han amado a los demás. Detectad la levadura introducida en la masa de la historia. No es otra que el amor de muchos que dieron sus vidas por otros.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La plenitud de un humano es el amor. No vale la religión que se siente cerca de Dios por cumplir leyes o por realizar ritos. Amar a los que nos rodean, empezando por los más cercanos, ese es el Nuevo Testamento de Jesús.

Nadie tiene mayor amor. Que aquel que llegó a derramar su sangre y entregar su cuerpo
para indicar el camino. Es esto lo que aceptamos y creemos al comer este pan.

Luis Alemán Mur