El del Papa Francisco a Irak será un viaje-viaje

 

Viaje de encuentro, de palabras y gestos de entendimiento, de mutuas perdonanzas:

 


Mural del Papa en Irak

 

 
 

En vísperas ya inminentes de que el papa Francisco efectúe uno de los viajes pontificios más importantes de los que refiere la historia de la Iglesia, subrayo las siguientes sugerencias:

“Viaje” lleva consigo en su propia definición –”viam agere”-, el concepto y el compromiso de “hacer camino”. Un camino que, llevado a cabo por el papa Francisco, habrá de ser necesariamente religioso, sin hurtarle una sola letra, o sílaba, que no sea mayúscula, propia y específica de la “Verdad” y de la “Vida”, en cuyo contexto evangélico es escoltado y se enmarca.

Y como el camino es mucho más camino, inteligible, evangelizador y con el convencimiento de que “se hace camino al andar”, el hecho “franciscano” de desplazarse de un lugar a otro –”viajar”- y en unas circunstancias como las actuales, precisa de una reforma seria en su concepción, ejecución, acompañamientos y elección de objetivos. Con humildad, objetividad y experiencia, es de justicia dejar constancia de que a no todos los viajes pontificios los definió el sentido religioso.

No todos ellos fueron “Peregrinación” ni “Vía Crucis”. Y ni, por supuesto, tal idea, previsión y “puesta a punto”, inspiraron su ejecución. Hasta es posible que la mayoría de estos viajes no pasaran de ser otra cosa, que afirmaciones y reafirmaciones del poder de la Iglesia y de sus representantes supremos, sin ahorrarse medio alguno para que a ellos -los viajes- se les obstaculizara resplandecer en radiante plenitud.


Irak

¡Vivas, amén, “totus tuus”, bendito el que viene en el nombre del Señor, Vicario de Cristo, Vice-Dios, Dios con nosotros…¡ y tantas otras adjetivaciones sublimes, recitadas o cantadas, acompañaban a los papas, sin paridad con las que son recibidas otros jefes de religiones y de Estado, en las más relevantes ocasiones de dimensión y proyección internacionales. Ni por obispo de Roma, ni por jefe de Estado, los “merecimientos” pontificios a la luz de la historia y de la eclesiología, son tales y tantos, como para que, al menos, no se hubiera ya cuestionado este estilo “viajero”, que incluye que el cielo y la tierra se arrodillen y le rindan tributo al paso de la cabalgata religiosa”.

El hecho de que la vía romana de la “Conciliación” se multiplique indefinidamente en los viajes pontificios por esos mundos de Dios al paso del papa y su séquito, con el sobrenombre de “vía triunfal”, parece diferir y rebasar en exceso lo que hoy se considera, y es tratado, como humano, como cristiano y como “diplomático” .

La “silla gestatoria”, hasta tiempos recientes, y su moderna versión tecnológica y mecanizada en “papa-móvil”, con la ya felizmente jubilada tiara, mitra y tantos adminículos, ornamentos y signos “religiosos”, jamás se encarnarán, y procesionarán, en Jesús, de cuya doctrina y ejemplos de humanidad, cercanía, sanación y pobreza, vividas en el evangelio, los papas, para seguir siéndolo de verdad, han de empeñarse en llevar constantemente a la práctica, y más en sus “viajes ejemplares”.

El viaje del papa Francisco a Irak no será homologable con la mayoría de anteriores viajes pontificios. Será un viaje-viaje. Es decir, de encuentro, de palabras y gestos de entendimiento, de mutuas perdonanzas, de “dolor de corazón”, es decir, nada de hipócritas, y de “manifestaciones” propias de quienes se creen -o creían- acaparadores del único Dios verdadero, a cuyo servicio habrían de arrodillarse los “paganos”, los “herejes” y todos los “otros.”

Al viaje del papa a Irak, así concebido y realizado, y en misericordiosa y mutua condición de “huésped”, apenas si le harán falta besos, palabras y abrazos.