Frase evangélica: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto»

1. El relato de las tentaciones de Jesús, situado por los evangelistas en un momento crucial entre su bautismo y el comienzo de su ministerio público, es una página teológica admirable por su densidad, a pesar de su ropaje literario en el que se pone de relieve lo maravilloso y fantástico, mediante lugares y ambientes arcaicos y extraños. El texto de Marcos es breve: equivale a la introducción en los relatos de MT y Lc, más amplios, ya que describen las tres tentaciones de un modo pormenorizado. Es lógico que Jesús, después de su aparición pública en la escena bautismal, medite y considere el compromiso de su misión. Y es igualmente lógico que revele a sus discípulos y a todos los cristianos el nivel profundo de las decisiones básicas.

2. Las tentaciones de Jesús ocurren durante una cuarentena imagen del tiempo de éxodo de Israel y de la vida humana, y en el desierto, tierra desolada y árida, insegura, morada de Satanás (en hebreo) o del Diablo (en griego), que significa adversario, es decir, el que se opone al proyecto de Dios. Y lugar de experiencia y de encuentro con Dios. Se hace ver la soledad de ambos contendientes. La cuarentena es un tiempo de desierto en el que se prueban o verifican la fe y la conversión. Jesús es un hombre encarnado, situado en el corazón del mundo y de la historia, pero con la plenitud del Espíritu de Dios. Aparece más como vencedor que como tentado; la iniciativa es del Espíritu más que del tentador. En el desierto se sufren diversos peligros; el hambre y la sed, las tormentas de arena y las alimañas. Es espacio de retiro. El camino por el desierto equivale a prueba y purificación. Es lugar propicio de revelación de Dios. así como el Espíritu condujo a Jesús por el desierto, según narra Lucas, así deben ser los cristianos, animados por el Espíritu.

La desnudez desértica nos sitúa entre la esclavitud y la libertad, con una condición básica para elegir bien: oír la voz de Dios en el silencio de nuestras voces, percibir al Espíritu en el interior de nuestro espíritu y aceptar el amor de Cristo como manantial de nuestros compromisos. Es necesario llegar al subsuelo de nuestros instintos o pulsiones para distinguir la llamada del Espíritu de las insinuaciones diabólicas. La escena no tiene testigos, y las tentaciones van dirigidas al núcleo fundamental de la personalidad de Jesús. Se trata de la prueba mesiánica del Salvador, de su vocación liberadora. Tanto sus discípulos como los escribas se preguntan qué espíritu es el que posee Jesús. Se ventila en este episodio lo más genuino del misterio de Dios: su proyecto de amor.

Las tres tentaciones son representativas y típicas; afectan a todo hombre y a todo el hombre. La narración evoca el contraste de dos pruebas: las que sufrió el pueblo de Israel, saldadas con el fracaso, y las que sufre Jesús, en las que triunfa como Señor de la humanidad entera, nuevo Adán, Salvador. Para entender las tres tentaciones es necesario tener en cuenta las contestaciones que da Jesús al tentador, extraídas del Deuteronomio (8, 2-5; 6,16: 6,13). Son pruebas en orden a respetar o a modificar el plan de Dios. En el fondo se trata de una prueba con dos posibilidades de elección: la de un mesianismo independiente, milagroso y político (de tipo diabólico) o la de un mesianismo obediente al Padre, generoso y servidor, que sigue las vías paradójicas de los designios de Dios (de tipo cristiano). Se trata de elegir entre la gana, el orgullo y el dominio o la palabra, la fe y el servicio. Es tensión entre dos opciones; la egoísta e individual (el endiosamiento propio) o la del esfuerzo y el servicio (edificación del reino de Dios).

3. La cuarentena es para nosotros un tiempo de desierto, en el que se prueban o verifican la fe y la conversión. La desnudez desértica nos sitúa entre la esclavitud y la libertad, con una condición básica para elegir bien: oír la voz de Dios. Es necesario llegar al subsuelo de nuestros instintos o pulsiones para distinguir la llamada del Espíritu de la insinuación diabólica.

De hecho, todo cristiano comprueba a lo largo de su vida distintos cambios; observa que precisamente en las horas cruciales de estos cambios es sometido a prueba. A veces no sabe si la tentación le viene del Espíritu de Dios o del espíritu diabólico. Parece que los dos espíritus, entremezclados, lo someten a tentación o lo ponen a prueba. En el fondo, se trata de elegir entre, por una parte, la gana, el orgullo y el dominio y, por otra, la palabra, la fe y el servicio. Es tensión entre dos opciones: la fácil y agradable según la carne, profundamente egoísta e individual (el endiosamiento propio), o la del esfuerzo y el servicio según el Espíritu, hondamente personal y social (la adoración de Dios). Vencida la tentación, Cristo opta por anunciar el reino de Dios y llevarlo a cabo. Cristiano es quien rechaza la tentación, se convierte al reino y cree en la buena noticia.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué espíritu es el que nos mueve a nosotros?