Texto conmovedor sobre la Navidad. Sartre, prisionero de guerra:

Recibí de este amigo y colega de teología de la PUC-SP Fernando Altemeyer Junior este texto, bien conocido, pero poco divulgado de J.P.Sartre. Prisionero en la Segunda Guerra Mundial, a petición de algunos sacerdotes, también prisioneros, se le pidió que escribiera una meditación, lo más amplia posible para que todos pudieran entenderla. Ateo profeso y generoso, aceptó la invitación. Se metió en el espíritu navideño y les regaló este conmovedor texto que nos ilumina hasta hoy. En duda, lo reconoció como suyo en 1962, explicando el contexto en el que fue elaborado. Agradecemos al incansable investigador y profesor Fernando Altemeyer Junior por el acceso a este texto en portugués y en origen francés. Libra

Estamos en 1940, en Alemania, en un campo de prisioneros francés. Algunos sacerdotes le piden a Jean-Paul Sartre, un recluso durante unos meses con ellos, que escriba una pequeña meditación para la Nochebuena. Sartre, ateo, acepta la solicitud. Ofrece a sus compañeros “Barjoná o hijos del trueno”, buscando unir a creyentes y no creyentes.

“Como hoy es Navidad, tienes derecho a exigir que te muestren el pesebre. Aquí está. Aquí está la Virgen, aquí está José y aquí está el Niño Jesús. El artista ha puesto todo su amor en este dibujo, pero quizás lo consideres ingenuo. Mira, los personajes tienen hermosos adornos, pero son rígidos, se podría decir que son marionetas. Ciertamente no fue así. Si eres como yo, mis ojos están cerrados …

Pero escucha: solo tienes que cerrar los ojos para escucharme y te diré cómo los veo dentro de mí. La Virgen está pálida y observa al niño. Lo que queda por pintar en su rostro es un asombro ansioso, que aparece solo una vez en una figura humana. Porque Cristo es su Hijo, la carne de su carne y el fruto de sus entrañas. Ella lo ha dado a luz nueve meses y le dará el pecho y su leche se convertirá en la sangre de Dios. Y en ciertos momentos la tentación es tan fuerte que olvida que es Dios. Ella lo sostiene en sus brazos y dice: “¡Mi pequeño!” Pero otras veces permanece perturbada y piensa: “Dios está ahí”, y se siente abrumada por un horror religioso por este Dios mudo, por este niño aterrador. Porque todas las madres se detienen un momento ante ese fragmento rebelde de su carne que es su hijo y se sienten exiliadas ante esta nueva vida que se hizo con su vida y que habitan pensamientos extraños. Pero ningún hijo fue arrebatado más cruel y más rápidamente a su madre, porque Él es Dios y está más allá de todo lo que ella pueda imaginar. Y es una dura prueba para una madre avergonzarse de sí misma y de su condición humana frente a su hijo. Pero creo que debe haber habido otros momentos, rápidos y escurridizos, en los que sientes al mismo tiempo que Cristo es tu hijo, tu pequeño y que es Dios. Ella lo mira y piensa: “¡Este Dios es mi hijo! Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí, tiene mis ojos y esta forma de tu boca es la forma de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí “. Y ninguna mujer tuvo la suerte de tener a su Dios para ella. Un Dios pequeño que puedes sostener en tus brazos y cubrir de besos, un Dios cálido que sonríe y respira, un Dios que se puede tocar y que vive. Y es en esos momentos que pintaría a María, si fuera pintora, y trataría de representar la expresión de tierna audacia y timidez con la que ella alarga la mano para tocar la dulce piel de este niño-Dios, cuyo peso está sobre sus rodillas cálida y que te sonríe.

Y aquí está todo para Jesús y la Virgen María. ¿Y José? José, no lo pintaría. Mostraría solo una sombra en el fondo de la granja y dos ojos brillantes. No sé qué decir de José y José no sabe qué decir de sí mismo. Ama y está feliz de amar y se siente un poco exiliado. Creo que sufres sin admitirlo. Sufre porque ve cuánto se parece a Dios la mujer que ama, lo cerca que está de Dios. Porque Dios explotó como una bomba en la intimidad de esta familia. José y María están separados para siempre por este fuego de luz. Y toda la vida de José, imagino, será aprender a aceptar.

Jean-Paul Sartre