Frase evangélica: «Vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento»

1. El sueño natural es ambiguo: representa una debilidad, al mismo tiempo que es reparación de energía. Dios obra por medio de un «profundo sueño» (Gn 2,21), y a través del sueño tienen lugar sus revelaciones. Pero el sueño es signo de pereza e imagen de la muerte; despertar, en cambio, equivale a resucitar. «Velar» significa, en sentido propio, no dormir, o renunciar al sueño de la noche, bien sea para prolongar el trabajo, bien para no ser sorprendido por el enemigo o por la muerte. En sentido figurado, equivale a estar preparado o en vigilia para combatir la negligencia o el egoísmo (la tentación), con objeto de recibir al Señor que llega con su reinado.

2. «Vigilar» equivale a velar sobre algo o sobre alguien con atención y cuidado durante un tiempo, hasta alcanzar el fin deseado. Exige tener los ojos abiertos y cuidar con responsabilidad. Precisamente la vigilia nació como tiempo de vela que precede a una fiesta y que sirve de preparación; tiene siempre un sentido escatológico de esperanza.

3. La vigilancia ante la llegada de Dios equivale a estar despiertos, en actitud de servicio, prestando atención al futuro y sin tratar de evadirse del presente, a pesar de la indiferencia de “este” mundo. Dios viene a los hombres y mujeres para salvar a la humanidad, herida de injusticia y de muerte, a partir de la opción por los pobres y marginados; para implantar el reino de justicia entre nosotros. Esto nos exige una actitud vigilante, que no es pasiva, sino que consiste en discernir los signos de los tiempos para reconocer la presencia de Dios y de su reino en los acontecimientos y actuar en consecuencia.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Hay signos de espera y de esperanza en nuestro mundo?

¿Cómo podemos concretar hoy la vigilancia cristiana?