Solemnidad de Todos los Santos

Mateo 5,1-12

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

“Subió al monte”. No era el monte del Sinaí. No era Dios el que proclama la Ley del Nuevo Testamento. Ni siquiera era una Ley. Era Jesús el galileo, muy conocido en Nazaret: hijo de María y José el carpintero, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón y el hermano de varias hermanas (Mc 6,3) ¿Cómo se le ha podido ocurrir este discurso?

“¡Bienaventurados, Bienaventurados,
Bienaventurados…!” Por lo visto, a Jesús el de Nazaret, después de mucho orar al Padre, ha llegado a la conclusión de que el pueblo de Israel, su pueblo, el elegido pueblo de Israel, ha perdido su orientación. La sociedad está podrida. Los pensamientos del pueblo no son los pensamientos de Iahvé. De nada le sirve la Torá, de nada le sirve el Templo, de nada le sirve la tradición. De nada le sirven las muchas oraciones que rezan durante el día.

“Los pobres, los mansos,
los que lloran,
los que tienen hambre y sed de justicia,
los misericordiosos,
los limpios de corazón,
los que trabajan por la paz”.
¡Es pueblo al revés! ¿De dónde habrá salido este hombre? “¿De dónde le vienen estas cosas?” (Mc 6,2) Jesús eligió a Dios. Aceptó ser misionero del Reino de Dios. Él y los que le sigan tendrán que ver el mundo como lo ve Dios Iahvé. Esto no es un sermón. Esto es el enunciado de un Credo. Creer en el Dios de Jesús es creer en esto. Es vivir estos principios. Esto no es ética es fe. No solo fe. Es amor. Es una esperanza en un mundo nuevo. Es un programa difícil, pero tan bello como ser discípulo de Jesús.

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa”. La fuerza de estas “bienaventuranzas” es que son un foco de revolución. Modificarían cualquier sociedad. Por eso cualquier comunidad cristiana es perseguida y sacrificada. Por eso conviene frenar o “pervertir” el cristianismo de las bienaventuranzas.

Luis Alemán Mur