Frase evangélica: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios»

1 . El evangelio del tributo al César se inscribe en un contexto polémico de la misión de Jesús frente a la oposición tenaz de los dirigentes judíos. El tributo al emperador era rechazado de plano por los zelotas, odiado en general por los judíos y discutido por los rabinos. Los «herodianos», que eran favorables a que se pagara, y los «fariseos», inclinados a cumplir la ley judía, se presentan hipócritamente como gente piadosa y escrupulosa, con una moneda y un dilema para desacreditar a Jesús: si éste rechaza el pago del impuesto, se enfrenta a los romanos; si lo acepta, se opone a los judíos.

2. Los adversarios de Jesús hablan de «pagar» al César; lo contrario equivale a quedarse con ese dinero. Jesús habla de «devolver», con objeto de no reconocer el señorío del César. Para ser fieles a Dios hay que renunciar a la posesión injusta del dinero, que debe ser de todo el pueblo. Si el dinero no está debidamente repartido, se produce la explotación económica. Al mismo tiempo que descubre la hipocresía y ambición de sus adversarios, Jesús indica que el César debe administrar los bienes de todos y que a Dios hay que devolverle lo que le ha sido arrebatado por los intrusos: su pueblo.

3. La respuesta de Jesús es una llamada a la liberación en toda su plenitud, sin confundir la política con el Evangelio y sin separarlos tajantemente. El Evangelio no es neutro frente a la política, ni Jesús es «apolítico». Jesús desacraliza la sociedad; ahora bien, aunque la política tiene autonomía propia, se justifica por la justicia. Jesús nos invita a vivir la vida política en fidelidad al espíritu del Evangelio. Al mismo tiempo, el reino de Dios, sin que se confunda con la Iglesia o con la sociedad, está en este mundo, pero no es del «sistema». La Iglesia, como comunidad de fe, no tiene función de dominio ni de gerencia; posee un ministerio profético y evangélico como apelación a la conversión de los corazones y al cambio de las estructuras sociales injustas. La distinción entre los dominios del César (la sociedad civil) y los de Dios (su reino) ha sido siempre difícil y, en ocasiones, polémica. En un mundo secularizado, la introducción de la categoría «reino de Dios» produce una nueva extrañeza. Para los creyentes es categoría central, porque lo fue para Jesús.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Cómo repartimos nuestro dinero, con quiénes y por qué?

¿En qué medida somos ciudadanos y cristianos al mismo tiempo?