El ex número tres del Vaticano renuncia a sus derechos cardenalicios tras un escándalo financiero

Angelo Becciu dimite también de su cargo como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos tras el escándalo por la compra de un edificio en Londres

Mientras en Roma arreciaba la tormenta, durante la tarde de este jueves el Papa Francisco tuvo que tomar una de sus decisiones más delicadas, aceptar la dimisión de quien fue su número 3 hasta hace dos años.

Angelo Becciu era nuncio en Cuba cuando en 2011 Benedicto XVI lo nombró para este cargo. Desde entonces, y hasta 2018 se encargó de la intrincada maquinaria vaticana, pues Francisco le renovó el cargo y la confianza. Y como es habitual, cuando acabó su mandato, el Papa lo hizo cardenal.

Angelo Becciu ha viajado por todo el mundo celebrando en nombre de Francisco ceremonias de beatificación, como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Ya no podrá hacerlo. Este jueves ha renunciado por sorpresa a sus derechos como cardenal y a su cargo en la Santa Sede.

A quien le ha preguntado los motivos, ha respondido con el silencio. El Vaticano tampoco ha dado una explicación.

Todo apunta a que detrás de la dimisión hay una petición de responsabilidad por la opaca inversión inmobiliaria en Londres, que Angelo Becciu autorizó en su última temporada como “sustituto para asuntos generales”. La chapuza ha costado 350 millones de euros de los fondos reservados de la Secretaría de Estado Vaticana. Es el último capítulo de una triste historia que saltó a la luz hace justo un año.

En 2014 Angelo Becciu autorizó invertir parte de aquellos fondos en la compra de un inmueble de lujo en Londres. La alternativa que había estudiado era una explotación petrolífera en Angola.

La operación se realizó a través de intermediarios, que a lo largo de los años se embolsaron millones de euros en comisiones y que en la venta se reservaron el control de la propiedad a pesar de que su desembolso en la compra fue mínimo.

El mal olor llegó a la mesa del fiscal cuando la secretaría de Estado solicitó en 2018 un crédito puente del banco del Vaticano (IOR) para no perder el inmueble. El banco consideró sospechosa la maniobra y avisó al fiscal. Por eso, el Papa en persona autorizó el 1 de octubre del año pasado un registro judicial inédito en la secretaría de Estado del Vaticano, equivalente a las oficinas del primer ministro.

Ese mismo día, suspendió a 6 empleados, entre ellos al jefe de la Autoridad de Información Financiera (AIF) y a quien había sido secretario de Angelo Becciu en este departamento. (Días más tarde, tuvo que dimitirse Domenico Giani, jefe de la Gendarmería Vaticano, pues filtró la identidad de los sospechosos).

A pesar de que el ahora ex cardenal autorizó esta inversión, no era fácil imaginar que se le exigirían responsabilidades.

Angelo Becciu había asegurado que cualquier insinuación de irregularidades era “difamatoria”. Llegó a apuntar más alto, pues dijo que había actuado siempre con el conocimiento de sus superiores, o sea, el cardenal Pietro Parolin y el Papa Francisco.

Técnicamente, Angelo Becciu sigue siendo cardenal, pero ha renunciado a los derechos y prerrogativas del cargo. Algo parecido hizo en 2015 el arzobispo emérito de Edimburgo, Keith O’Brien, pero por una cuestión completamente diferente. Fue tras denuncias de varios sacerdotes por “conducta impropia” (o sea, abusos) cuando décadas antes había ocupado un alto cargo en un seminario.

En 2018, Theodore McCarrick, ex arzobispo de Washington, renunció netamente como cardenal y más adelante fue expulsado del sacerdocio, tras haber sido encontrado culpable de abusos a menores y adultos.

En el siglo XX sólo había renunciado un cardenal, el jesuita francés Louis Billot. Fue en 1927, como represalia por apoyar las críticas al Papa Pío XI lanzadas por la organización tradicionalista “Action française”.

Como en aquel entonces Pío XI, el Papa Francisco no tiene miedo a las tormentas y está haciendo limpieza y mostrando con palabras y con gestos que ya no hay intocables en el Vaticano.