Frase evangélica: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?»

1. La creación fue un triunfo del cosmos sobre el caos de las aguas primitivas. Sólo el Creador puede dominar el poder infernal de las aguas amargas de la injusticia. Precisamente mediante olas devastadoras, Dios castiga la impiedad y da vida nueva a la fraternidad. Pero, así como Jesús dio de comer a las multitudes, así también manifiesta a sus discípulos que tiene dominio sobre los vientos. Es el Hijo de Dios.

2. La barca, que representa a la comunidad, se encuentra zarandeada por las olas del mar. La violencia del viento es la oposición del mundo injusto. Los discípulos se hallan entre el temor y la fe, o con una fe atenazada por la duda. Pedro se apoya más en el milagro que en la fuerza del amor; cree, pero su fe es débil. La aparición de Jesús es una teofanía de Dios; por eso Jesús dice: «yo soy».

3. Nuestra fe se mueve, por un lado, con miedo, duda e incredulidad; por otro, con certeza, seguridad y confianza en Dios. El catolicismo del pueblo tiende a buscar milagros y apariciones, en lugar de fundamentarse en la palabra del Señor. Y en una Iglesia escasa en régimen comunitario se dan dos riesgos: la afirmación de su propio poder (tentación de inmovilismo a ultranza) y el zarandeo de las olas de este mundo (al que a veces condena sin dialogar). La fe consiste en una adhesión total a la palabra de Dios, que se da plenamente en Jesucristo; es la actitud religiosa fundamental; va unida a la conversión y al compromiso.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Recurrimos a Dios únicamente en las dificultades?

¿Es Jesucristo el centro de nuestra vida?