No se registra una frase en la que Jesús condene a la mujer por mujer

La mujer debería haber sido consagrada ya sacerdote, obispo, cardenal o papa”

 


Antonio Aradillas, Consiliario Nacional de Mujeres de Acción Católica, dirige en la archidiócesis de Valencia la VII Semana Impacto a las mujeres, el día 25 de mayo de 1962, en la Casa de Ejercicios “La Purísima” de Alacuás

 
 

Del comportamiento amistoso y perdonador que Jesús mantuvo, y mantiene,  en el Evangelio en relación con la mujer, se hacen lenguas los intérpretes, varones o no,  de los textos sagrados.  No se registra una frase en la que Jesús condene a la mujer por mujer, mientras que las dirigidas a los varones, desde el Sumo Sacerdote al último levita, su antología es tan rica  e insuperable, pese a que tanto  sus adoctrinamientos  y selección de palabras  e ideas  fueran siempre transcritas y traducidas por hombres…

No obstante, y este es el punto de referencia  de mi reflexión,  el comportamiento de los hombres de  la Iglesia, fundados  además en argumentos falaces y descontextualizados, no tiene nada que ver  con el que tan sagrada  y evangélica institución  mantiene bíblica,  canónica, moral y  teológicamente  con la mujer,  con excepción de la Santísima Virgen,  lo que hace aún más extraña, singular y hasta sospechosa  tal conducta.

Quede, por tanto, bien claro,  que a la relación mujer-Iglesia, que en la actualidad se vive y se evangeliza  como “cristiana”,  todavía  le falta por recorrer un doloroso  camino para sentirse  e intitularse cívica y aún  “humana”. La discriminación existente entre ambos sexos,  dentro de la Iglesia, , con la todopoderosa inclinación hacia el masculino, no tiene ya parangón alguno  con el que se registra  siquiera en la sociedad civil  en sus distintas y diversas versiones e instancias.  Denominarla “cristiana” es una indiscreción, un atrevimiento infeliz y, para muchos y muchas,hasta una provocación…

Son muchos a quienes les resulta ya misterioso e incomprensible que, dado el talante  que en tantos órdenes de la vida –eclesiástica o no-  inspira y se empeña el papa Francisco, este aún no haya dado los pasos precisos  para ponerle el punto final  a tan injusta  situación  que padece la mitad  de la humanidad, y más en su Iglesia, coincidente con el sexo femenino, mucho más necesitado y  pobre que el masculino, por donde quiera que se mire y valore.

Teólogos y teólogas, con idénticos grados universitarios superiores a los que puedan tener los obispos, creencias, capacidad de discernimiento, vivencias de las realidades  naturales y sobrenaturales, sensibles a los signos  de los tiempos, amor a la Iglesia  y con libertad de conciencia  respecto a las normas litúrgicas y artículos del Código de Derecho Canónico, apenas si aguanten ya la radical  insatisfacción que supone  pertenecer a una institución en la que el machismo campea, impera, decide, define y suplanta,  de tan contundente  y soberana manera…

Huelga aclarar que no se trata  de ningún dogma de fe la discriminación sexual así establecida  en parte de la Iglesia católica, en contraposición además  con el sacrosanto deber del movimiento ecuménico, que a veces se invoca con inutilidad nada ejemplar. La fe cristiana no la comprometen el Código de Derecho Canónico ni otras disciplinas “sagradas”. Es cuestión puramente “oficial” y funcionarial, por cierto, no siempre vigente en la historia de la Iglesia, con añorante mención para sus tiempos primeros. Más aún, si de tal  discriminación femenina  se llegara a afirmar que formaba parte  del dogma católico,  no habría más remedio  que reajustar tal dogma  y cuanto este llevara consigo…

“El papa Francisco  relanza la Comisión  para debatir  el diaconado femenino…” Tal es la noticia hecha pública recientemente con honrosos titulares en los tradicionales medios de comunicación, católicos por definición, beneficio u oficio. Pero la noticia verdadera es y radica en el hecho de que, ni siquiera en lo relativo a este posible diaconado femenino    están de acuerdo los obispos en que el papa levante la mano y les abra a las mujeres  todas las puertas de las “dignidades”  y ministerios sacramentales de la Iglesia, en cuyo ordenamiento apenas si lograrían sobrepasar  el estimable grado de “monaguillas” o chicas para todo. La noticia que esperan y anhelan dar y recibir en bien de la Iglesia, no sería otra que la obligada  de haber sido consagrada ya sacerdote, obispo, cardenal o papa.

Desde perspectivas religiosas o eclesiásticas, y aún civiles, al día, lo del logro, gracias a las reflexiones de tan docta Comisión, de que por fin la mujer alcanzara ser diaconisa, carecería de relieve y de actualidad, pasando desapercibida, por absurda,  superada y abstracta, aunque para algunos –pocos- clérigos, les resultara un gran triunfo “conciliar” del Vaticano II y de las gestiones pastorales  del papa Francisco…

El hecho de que a estas alturas de la historia eclesiástica y civil, sea preciso “relanzar” Comisiones para abrirle paso al diaconado femenino, a muchos y a muchas les parecerá frágil y ociosa tarea, sin tener en cuenta además que, al faltar tantos curas varones, – también a consecuencia de los “coronavirus”- son ya muchos los pueblos y los lugares que se están quedando sin Eucaristía…