Frase evangélica: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré»

1. Desde sus orígenes, la eucaristía fue comida de grupo y servicio de ayuda mutua. La fracción del pan en la cena del Señor fue entendida como comunión (koinonía) y participación, dentro del servicio de la palabra o del evangelio, según el cual el que preside sirve. La koinonía es la comunión cristiana total, expresada por la colecta, signo de caridad fraternal entre las Iglesias y los pueblos: por la comunicación de bienes, superación de la propiedad privada y expresión de que todo es de todos, porque así lo exige el reino de Dios; por la relación afectiva y espiritual de los creyentes entre sí, con los apóstoles y con Dios; y por la manifestación del espíritu comunitario, constitutivo de la eucaristía. En resumen, la eucaristía, denominada en el Nuevo Testamento «cena del Señor» o «fracción del pan», fue desde sus comienzos signo fraterno de los creyentes que lo comparten todo y acción de gracias al Padre por Jesucristo en el Espíritu.

2. La eucaristía ha sido siempre un acto central de la comunidad cristiana. «Ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la eucaristía», dice el Vaticano II (PO 6). Pero, así como no todas las asambleas cristianas son directamente eucarísticas, así tampoco debería celebrarse toda eucaristía en régimen de asamblea comunitaria, es decir, con un pueblo concreto organizado y reunido, presidido por un ministro servidor. La relación entre eucaristía y comunidad es tan estrecha que un determinado modelo de Iglesia refleja un estilo concreto de celebración eucarística. Y al revés: la eucaristía celebrada manifiesta la ausencia o presencia de comunidad.

3. La confesión de fe, testimoniada en la vida humana por los creyentes esparcidos por el ancho mundo, se manifiesta, a su vez, sacramentalmente cuando la asamblea se reúne para celebrar la eucaristía. No es posible celebrar la cena del Señor sin proclamar el mensaje liberador cristiano bajo la forma privilegiada de la acción de gracias. Precisamente la confesión de fe sacramental garantiza la existencia de una Iglesia evangelizadora y liberadora desde las exigencias del reino, cuyo sacramento es la eucaristía.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Cómo celebramos la eucaristía?

¿Son nuestras celebraciones eucarísticas testimonios de fe?