Frase evangélica: Bendito el que viene en el nombre del Señor»

1. Según los tres sinópticos, Jesús sube una sola vez a Jerusalén, donde entra triunfalmente (Domingo de Ramos), despliega su última actividad durante cinco días, es arrestado (Jueves Santo) y crucificado (Viernes Santo). Jesús no busca ni rehuye directamente la muerte. De hecho, es Judas quien lo delata y revela dónde se encuentra.  La Pasión comienza, bíblicamente, con el prendimiento de Jesús; litúrgicamente, con la entrada en Jerusalén.

2. La misión de Jesús se comprende en referencia al Dios de la gracia y de la exigencia.  Jesús no viene a predicar verdades generales, religiosas o morales, sino a proclamar la inminencia del reino y la buena noticia del evangelio. El advenimiento del reino de Dios es el tema central del mensaje y de la praxis de Jesús, precisamente en unos momentos de exacerbado nacionalismo judío frente al pagano dominador, con la creencia extendida de que la intervención final y definitiva de Dios, por medio de un Mesías entendido políticamente, está al llegar. El rechazo de Jesús como Mesías es evidente: es escándalo para las clases dirigentes religiosas, necedad y locura para el poder ocupante, decepción para el pueblo y desconcierto para los discípulos. Ahí radican los sufrimientos profundos de Jesús en la cruz, unidos a sus dolores físicos.

3. En medio de la actual sociedad secular, crítica con las tradiciones religiosas mágicas o demasiado identificada con ciertas éticas de poder, la Semana Santa ha perdido ese aura de misterio tremendo e inefable de que le había rodeado la cristiandad. En cambio, crece en comunidades y grupos de creyentes la fuerza del evangelio de Jesús, revelador de la justicia del reino y del perdón de Dios. La lectura e interpretación de los relatos de la Pasión en relación a las celebraciones en que se proclaman exige, entre otras cosas, estas dos:  rescatar a Cristo del secuestro a que lo han tenido sometido a lo largo de la historia las clases dominantes y devolverlo íntegro al pueblo, porque es su Señor. Por eso, desde esta óptica, podemos afirmar los creyentes con esperanza que el Resucitado es el Crucificado. La vida es camino de cruz -via crucis-, a partir de una entrega al servicio de los hermanos que coincide con el servicio a Dios. Al menos esto es lo que puede deducirse de la lectura y celebración de la Pasión de Cristo en la Semana Santa.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Con qué disposiciones y actitudes comenzamos la Semana Santa?