25 años de la muerte del cardenal de la Transición

Bausset: “Tarancón acabó con la unión de la Iglesia y el Estado en una España con tics franquistas”


En su libro Recuerdos de juventud, Tarancón confesaba que en la sublevación de Franco se veían “intereses poco claros cristianamente”

Con una actitud del todo prepotente, fueron los rebeldes los que exigieron “a los obispos la publicación de una pastoral colectiva que justificara el movimiento desde el punto de vista cristiano”, para así “conseguir que el Vaticano y la jerarquía eclesiástica mundial reconociera la justicia de la sublevación”

El 28 de noviembre de 2019 se cumplen 25 años de la muerte del cardenal Tarancón. Un hombre que amó la libertad, porque amaba al ser humano. Su trayectoria humana y episcopal fue siempre la de un hombre audaz, cordial y sencillo, que nunca tuvo miedo al futuro y que hizo del diálogo un camino de entendimiento y de apertura a la sociedad.

Nunca excluyó a nadie. Nunca puso “líneas rojas”, palabras tan de moda en los políticos de hoy día. Escuchó a todos, habló con todos y acogió a todos, porque la libertad no entiende de exclusiones. Diálogo sincero y abierto. Con capacidad de construir buscando el bien común, no el interés personal. Evitando crispaciones y conflictos innecesarios. Pacificando, tranquilizando y serenando.

Su carácter abierto y amable facilitó las relaciones con la Iglesia y el Estado, lejos de confrontaciones estériles y lamentables y bochornosos espectáculos, que tan acostumbrados nos tienen hoy día políticos y eclesiásticos. Afortunadamente ha quedado atrás la etapa Rouco. Es inimaginable pensar en Tarancón encabezando una manifestación contra el gobierno, porque él era un hombre de consenso, tanto a nivel eclesial como político.

Tarancón fue un símbolo de la transición, la democracia y la paz. El recuerdo del cardenal nos habla de tolerancia y de respeto. Unos valores tan necesarios en nuestra sociedad actual. Tan necesarios en las relaciones Iglesia y Estado.

Actualmente la Iglesia ha perdido su peso hegemónico y la influencia en la sociedad, pero sí tiene una misión evangelizadora de transmitir sosiego y paz, y con demasiada frecuencia vemos políticos poco creativos, de poca talla intelectual, excesivamente agresivos verbalmente y apasionados irracionalmente que abocan a la sociedad a la tensión permanente y al hartazgo colectivo.


La homilía del cardenal Tarancón el 27 de noviembre de 1975, abrió una nueva era en la Iglesia española. Una Iglesia que, con Tarancón como presidente de la Conferencia Episcopal Española, se lanzaba a la aventura del Reino, sin ataduras de ningún tipo, sin hipotecas con el gobierno, sin alianzas con el poder.

Las palabras de Tarancón en esa homilía delante del presidente de la República Francesa Giscar d’Estein, del presidente de la República Federal Alemana Walter Sell, del vicepresidente de los EEUU Nelson Rockefeller, del Príncipe Felipe de Edimburgo, de los príncipes herederos de Bélgica, Luxemburgo y Marruecos y otras delegaciones europeas, que no habían estado presentes en los funerales de Franco, Tarancón pronunció unas palabras claramente aperturistas en referencia a las libertades y derechos humanos.

El cardenal Tarancón tomó la iniciativa de proclamar la libertad para todos. Aquellas palabras salían de un corazón libre y sencillo, abierto a la esperanza, a la reconciliación, a la justicia y a la paz. Tarancón, avanzándose a la Constitución Española de 1978, defendía la no confesionalidad, la autonomía en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, y el pluralismo político.

Con motivo de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, alguna voz ha recordado el papel decisivo de Tarancón en la separación Iglesia-Estado. La Iglesia estuvo presente en los acontecimientos de la Segunda República, la Guerra Civil, el ambiente de la postguerra y el franquismo. Se vió atrapada en una tesitura que la obligó a tomar una postura clara y definida, y emitir juicos sobre muchos de ellos. No es lícito juzgar aquellos hechos y la posición de la Iglesia en aquel momento con la mentalidad de nuestros días; pero tampoco es justo olvidar aquella actuación concreta de la Iglesia, que influyó más tarde en la sociedad y en la vida política y eclesial.

Se ha escrito mucho sobre esta etapa de la vida española y de la vida de la Iglesia desde diferentes puntos de vista diferentes y enfrontados. España es consecuencia de aquellos hechos históricos, tan lamentables y fatídicos. Es necesario mirar a figuras como el cardenal Tarancón para construir el futuro con serenidad y pacificación. Tener siempre la mirada puesta en el bien común, lejos de crispaciones, conflictos estériles, líneas rojas absurdas y pueriles.

Es necesaria una exposición desapasionada y clara para analizar cada momento de la historia. Incluso en la actualidad tanto en el campo cívico, político, eclesial o territorial. Es vital actuar con responsabilidad para evitar rupturas, alargar procesos innecesarios, climas crispados, exaltaciones irracionales o intereses personales y económicos.

La apertura del Museo cardenal Tarancón en Borriana es una oportunidad para iluminar a la sociedad con acierto y rigor. Tarancón representa perfectamente al sacerdote ilustrado, fielmente comprometido hasta las últimas consecuencias, en la aventura progresista, abierta y dialogante con el mundo contemporáneo del Concilio Vaticano II.

Borriana no podia contar con un mejor emblema para protagonizar el convulso y contradictorio siglo XX. Un icono de la libertad para memoria justa y esperanzadora de generaciones futuras, que nunca tuvo un reconocimiento en vida a la altura de las circunstancias.