Lo cristiano, o es una opción humana o un gran aburrimiento


Sin necesidad de llegar a esa radicalidad, gran mayoría de los que tenemos fe, reconocemos lo indigesto, lo innecesariamente absurdo, incluso lo monstruoso que fue y sigue siendo nuestro catecismo al uso.

A base de añadir dogmas, de diferentes calificaciones, se ha creado una especie de costra llamada cristiana, por la que no circula ni el aire ni la vida. Ya es difícil distinguir lo cristiano de lo pagano; lo eclesiástico de lo evangélico. Cizaña o trigo.

No hay estómago que lo digiera, ni fe que se alimente. Según la policía científica del Vaticano, las verdades oficiales –que son las únicas admitidas– se clasifican como los diamantes, según la graduación de pureza: verdades de fe divina; verdades de fe divina y católica; verdades de fe divina y católica definida; verdades próximas a la fe; verdades de fe eclesiástica; verdades de doctrina católica etc. etc.

En los últimos años, la fe y el estudio nos empujan por nuevos caminos: intentar redescubrir los elementos matrices de la fe. No se trata de buscar otro Mesías, ni otro Credo, ni otra Iglesia. Se trata de comprender mejor a Jesús, base de nuestra fe; se trata de limpiar nuestro credo de adherencias extrañas; se trata de entender lo que es iglesia como testimonio vivo de la permanencia de Jesús hoy.

Jesús no ha desaparecido nunca. Pero la pereza del pensamiento, el miedo al Espíritu y el pánico a la libertad, nos llevó a repetir dogmas sin profundizar en nada. Ahora nos toca re-pensar. Porque a la sociedad le huele a naftalina el Cristo pasado por el tamiz de la ortodoxia vaticana. Hemos perdido al Jesús de la historia origen del Cristo de nuestra fe. El Cristo de los dogmas no valdría si no estuviera continuamente enraizado y contrastado con la verdad de lo que pasó. Hemos superado la chulería modernista que llegó a decretar que del Jesús histórico no se podía saber nada. Nuestra fe no puede prescindir ni mistificar la historia. Ni hablamos de un mito, ni de una filosofía.

Lo repetiré más de una vez: la filosofía teológica ha desvirtuado lo histórico, ha vaciado el lenguaje, ha difuminado la huella y el sentido de los hechos de la historia.

Esto ha pasado, de forma hiriente, por ejemplo, con la interpretación místico-teológica del hecho de la crucifixión de Jesús. La creación y la incorporación de Jesús a la historia de los hombres son como dos entregas de Dios. Jesús no es una operación de emergencia para salvar una creación empecatada.

Es gigantesco el esfuerzo que hemos de hacer para no deformar más el papel de la fe, en la historia de los hombres.

 

¿No existirán errores o desenfoques en la explicación cristiana sobre la creación, sobre la redención, sobre Dios y sobre el hombre?

¿No habrá que plantearse la inteligibilidad interna del misterio que decimos vivir y defender?

Más vulgarmente dicho ¿Nuestra fe es un bodrio sostenido sólo a base de una fe ciega e incoherente?

 

Luis Alemán Mur.