Siglo XXI. Hemos aprendido. Empezamos a ser adultos.

Con humor, sin miedos. Con una sonrisa filosófica y teológica de gran angular, sin olvidar nunca que no sabemos casi nada, de casi todo. Hoy es menos ridículo ese reconocimiento que creer saber casi todo, de casi todo. La historia de los saberes del hombre está escrita más enumerando errores gigantescos, ya superados, que éxitos totalmente conseguidos. Durante mucho tiempo:

Nos creímos habitantes de una tierra plana…; situados en el centro del Universo, con todas las estrellas girando alrededor…; Nos sometimos, como esclavos o súbditos, a los que mandan en la tierra, como si los hubieran elegidos los dioses, o Dios…; Nos hemos sentidos perseguidos por la ira o la venganza de la divinidad; Hemos heredado, y seguimos transmitiendo de generación en generación, la pasión por los altares sobre los que sacrificar la vida de inocentes para conseguir perdón o aplacar iras divinas…; Hasta la comida en memoria del Señor Jesús la convertimos en “Santo sacrificio” Hemos quemado herejes, brujas y pervertidos…; Incluso nos hemos atrevido a auscultar y traducir, por todos los medios, el pensamiento de Dios…etc. Siempre hubo quien se atrevía a hablar en su nombre.

Siglo XXI. Hemos aprendido. Empezamos a ser adultos. Hemos viajado por el espacio más allá del control del planeta Tierra. Se nos han volatizados los absolutos. Hemos comprobado, a veces con espanto, cómo mucho de lo que ayer mismo era cierto, e incluso creímos revelado, hoy no es más que fábula sin moraleja. El tiempo nos ha hecho más sabios. Y más humildes. Como creyentes o como teólogos, comprobamos que nuestra “central” encargada de los asuntos de Dios, no adelanta mucho. Sigue estancada y soberbia, tocando un aristócrata piano.

Y es que en un mundo en el que la relatividad es una dimensión básica, ya no es inteligible una verdad completa y terminada. Es hora de cambiar un exceso de seguridad por un aumento de humildad: aceptar nuestra precaria realidad. Y avanzar, aunque sea poco, (junto, y, al ritmo del progreso de la creación) en el conocimiento del Dios Amor como principio de toda energía y toda vida. Es urgente superar el miedo, arrojar el lastre de grandes e ingenuas verdades de ayer, convertidas hoy en errores. Mudar de mente como la serpiente cambia su piel, de tiempo en tiempo. Hay que cambiar hasta el lenguaje que es de esparto.

Luis Alemán Mur