“Disimula”: Inquietantes consejos de un cardenal del XVII a los políticos españoles

El erizo y el zorro. Ramón González Férriz
(El confidencial) 27/08/2019

Tradicionalmente, se le ha atribuido uno de los libros más importantes del pensamiento político, fascinante por su cinismo, clarividencia, falta de escrúpulos y doloroso pragmatismo

Giulio Mazarino, conocido como cardenal Mazarin, fue uno de los hombres más poderosos de su tiempo. Religioso, diplomático y político, sucedió al cardenal Richelieu como primer ministro del gobierno francés en 1642, y tras la muerte de Luis XIII fue “de facto” el hombre más poderoso de Francia mientras Luis XIV, su sucesor, era menor de edad. Tradicionalmente, se le ha atribuido uno de los libros más importantes del pensamiento político de la época, el ‘Breviarium politicorum secundum rubricas mazarinicas’. Aunque también es posible que la obra fuera escrita por sus enemigos, que se la habrían atribuido para desacreditarle. Pero sea como sea, es un libro fascinante por su cinismo, clarividencia, su total falta de escrúpulos y doloroso pragmatismo. En castellano se ha llamado ‘Breviario de los políticos’ (hay ediciones en Acantilado y en la colección de bolsillo de Penguin) y al releerlo es imposible no pensar en la situación de la política española actual.

Mazarino, o quien quiera que fuera el autor del breviario, empieza aludiendo a dos principios clásicos de la filosofía: todo hombre, y más si es político, debe conocerse a sí mismo y conocer a los demás. “¿Te domina la ira, el miedo, la temeridad o cualquier otra pasión? ¿Qué defectos de tu carácter te ponen en evidencia?”, pide a los políticos que se pregunten a sí mismos. “¿En qué situación pierdes totalmente el control de ti mismo y cometes algún desliz de palabra o de obra?”, inquiere, como si pensara en Albert Rivera durante el último debate de investidura. Por lo que respecta a los demás, Mazarino recomienda que “para enterarse de los vicios de alguien, he aquí una buena treta: conduce la conversación hasta abordar los vicios más comunes, y en particular los que pudiera tener tu amigo. El vicio que él denuncie y repruebe con mayor dureza será precisamente aquél del que adolezca –afirma, con el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero en mente–: así suele suceder con los predicadores, que fustigan con la mayor de las pasiones los vicios que los envilecen a ellos“.

El vicio que alguien denuncie y repruebe con mayor dureza será precisamente aquél del que adolezca

Sobre las pasiones, el cardenal aconseja a Errejón, su antiguo compañero de partido: “No pongas fin bruscamente a una amistad; por mucho daño que te haya hecho un amigo, no le des muestras de odio, antes bien perdónalo, pero después ve apagando en ti poco a poco el gran afecto que sientes por él de modo que se vayan deshaciendo todos los lazos suavemente“.

Mazarino también aconseja a Pedro Sánchez, aunque seguramente su recomendación le serviría a cualquier político, que “Si buscas el favor de la gente del pueblo, promételes ventajas materiales que les beneficien a cada uno en particular” Tiene palabras para que las contemple Marcos de Quinto antes de abrir la aplicación de Twitter en su teléfono: “Si no te queda más remedio que criticar lo que hacen algunos, no les reproches su falta de juicio o de competencia, en vez de eso, alaba la bondad de sus motivos, de sus intenciones y demás. Señálales luego los inconvenientes que acarreará su proyecto y lo mucho que les costará”. A Puigdemont le recomienda que “Si se te ordena cometer algún delito, gana tiempo, piensa una excusa para salir del aprieto, como simular una enfermedad o decir que te han robado los caballos”. Y a los independentistas en general, quizá en concreto a Rufián, tras la postergación sine die de la república catalana, les advierte de que “Es fácil irritarse con quien se ha comprometido a resolver sin falta un asunto en un plazo determinado de tiempo, y después se lo impide algún imprevisto. Por esta razón, guárdate de los compromisos de este tipo”.

Mazarino también entrevió la estrategia de Vox. La mejor manera de conseguir el favor popular, siendo tú hombre ilustre, es cortejar al pueblo. “Si organizas un banquete, incluye a los que están a tu servicio entre los invitados; la plebe es muy charlatana y puede perfectamente desacreditar a cualquiera. Por esto hay que deslumbrarla, para que no se vaya a fisgonear por otro lado. Trata con idéntica afabilidad al barbero y a la cortesana”. Sabía, además, lo que iba a pasar tras la catastrófica campaña electoral de Pablo Casado para las elecciones nacionales de abril y afirma que “Si hablando se te ha escapado alguna inconveniencia o si has actuado de manera irreflexiva, finge inmediatamente que lo has hecho para poner a prueba a los demás o para imitar a alguien. Échate a reír como si hubieras logrado causar el efecto que querías o, por el contrario, laméntate de no haberlo conseguido”. Y ya tenía claro, por supuesto, lo que debía hacer su compañera de partido, Isabel Díaz-Ayuso, al referirse a su predecesora en el cargo, Cristina Cifuentes: “Evita exagerar a la hora de alabar o censurar, y procura que el tono de tu juicio sea proporcionado a su objeto; así no caerás en una gravedad excesiva y exagerada”. Incluso para un ministro caído en desgracia, como Màxim Huerta, el astuto cardenal tenía palabras: “Si te destituyen de tu cargo, declara públicamente el gran favor que te han hecho al preocuparse por tu tranquilidad”.

No solo para políticos

Pero no solo pensó en los políticos. Tuvo en mente a los economistas, sociólogos y politólogos que ahora trabajan en Moncloa cuando dice, como si se dirigiera a Sánchez: “Si has de promulgar leyes nuevas, demuestra que son necesarias y consulta con hombres sabios sobre su implantación. O simplemente haz correr el rumor de que has seguido sus consejos sabiamente. Después, sin tener en cuenta esos consejos, promulga aquellas leyes que te parezca bien a ti“. Y, por supuesto, pensó en las peores tendencias de los periodistas: “No te jactes ante nadie de gozar de gran influencia ante tus superiores o de contar con su favor; tampoco te explayes con nadie haciendo confidencias sobre lo que piensas de una u otra persona”.

Si deseas conseguir algo, nadie ha de darse cuenta de que lo quieres hasta que lo hayas obtenido

Pero de vuelta a la política, y a efectos de la posible investidura del mes que viene, Mazarino supo anticipar en su época cuál sería la mejor estrategia: “Si deseas conseguir algo, nadie ha de darse cuenta de que lo quieres hasta que lo hayas obtenido. Por tanto, insinúa que concibes pocas esperanzas en este sentido, o haz correr el rumor de que se lo van a dar a otro, e incluso ve a felicitarlo“. Porque, como hombre sagaz, conocía bien a Sánchez: “Cuando te alaben, ten por seguro que se están mofando de ti. Jamás confíes un secreto a nadie. No vayas ensalzándote a ti mismo porque te hayan menospreciado muchas veces, aunque tampoco te rebajes. Los demás te acechan para poder criticarte; por tanto, no des muestras de una cierta relajación de costumbres por la que te puedan juzgar. Si alguien se mete contigo y te insulta, piensa que está poniendo a prueba tu virtud. La amistad no existe: es simulación”.

O, como resume el propio cardenal: “Simula, disimula, no confíes en nadie, habla bien de todo el mundo, prevé lo que has de hacer”. Puro siglo XXI en el XVII.