El padre de todos los pecados: Pecado original

El catecismo católico al uso, me enseña que el hombre nace en pecado. El niño nace empecatado. ¡Angelito! El catecismo le da el primer susto al pobre mío, y le dice que se trae puesto, y gratis, un pecado: ¡El Pecado! Le llaman el pecado original. Y así no puede entrar en el Cielo. ¡Menos mal que su madre – que por lo visto es más buena que el Dios Padre – lo coge entre sus brazos y le da el primer beso de bienvenida!

El Evangelio de Marcos, Mateo, Lucas e incluso el de Juan, anuncian una buena noticia. Sin embargo, el catecismo católico nos pega un tortazo a penas llegamos a este mundo.

Toda la teología clerical, (bueno, digamos de una vez por todas que en la iglesia católica, y en general, en la iglesias cristianas no hay más teología que la clerical), pues bien, toda la teología clerical del catecismo está montada sobre el pecado, el infierno, el “mundo, el demonio y la carne”. La fe se abastece del miedo.

El hombre es malo. Fue concebido en pecado. El infierno acecha. De ahí que entre los cristianos tradicionales sea frecuente la persona acojonada:

Procedemos de un fracaso.

Esta vida es un asco. No merece la pena.

Lo único importante es la eternidad. Volver al Paraíso.

Salvar el alma: he ahí lo serio. Lo demás no sirve.

Y para conseguir la eternidad feliz y librarse del infierno, jódase, jódase lo más posible.

“No haga esto, ni aquello, ni lo de más allá”. No, no.

Como ven, una visión muy optimista de la vida cristiana. La fe que se nos vende no es un canto a la vida, sino un miedo a la muerte.

El catecismo provoca poliomielitis. El hombre es un fracaso y es un fracaso por el mero hecho de nacer. De tal forma, que si el niño moría antes de ser bautizado se iba de patitas al infierno o al limbo. Al cielo desde luego no. El hombre nace constitutivamente malo.

La guía del cristiano, el catecismo, goza de una habilidad pasmosa para descubrir y contar pecados y de una incapacidad, pasmosa también, para comunicar la buena nueva. Enumera Dioses, cuenta obras de misericordia, cuenta sacramentos, clasifica pecados, y virtudes. El saldo final es aburrido, inútil, desalentador, archivo de misteriosas verdades improductivas.

Luis Alemán Mur.